Alfredo Gracia Vicente
(1910 – 1996)
( … a 24 años de su partida… )
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…(…)…Si Monterrey empieza ya a tener una voz propia, si ya canta y pinta la belleza estremecedora de sus montañas, si ya piensa en bienes que no son ne-cesariamente materiales, gran parte de esto se lo debe a don Alfredo, y a su callada y constante tarea. Esto no tengo por qué imaginarlo. Lo sé a ciencia cierta. ROSAURA BARAHONA…(…)…Un Soñador ProfesionalColección *Las Uvas y el viento UANL, Prepa. UNO-1986
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Vivid, la vida sigue, los muertos mueren y las sombras pasan; Y lleva quien deja y vive el que ha vivido.
Antonio Machado.
( 1875 – 1939 )
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Canto y Pesar.
Andrés Huerta
a Alfredo Gracia Vicente,
con eterno cariño.
Llénate de mi canto vida
Llénate de mi amor
Llénate de mi soledad también
un día te llagará mi recuerdo
en un pedazo de viento
sacado del olvido
en un ala de cielo estrellado
tal vez sea la lluvia
que coges con tu mano extendida
y en silencio te encuentres…
Derrama tu canto pájaro
envuélvete en el sueño en esta soledad
de cantos
de amores
y pesares también…
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Homenaje.
Por Eligio Coronado en;
15 diario.com
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DE LOS MÚLTIPLES ORÍGENES DE ESTE LIBRO…
En La Academia.edu..
Don Alfredo Gracia Vicente, el profe Gracia para quienes lo conocimos de cerca, dejó sin duda una huella imborrable en la vida cultural de Monterrey. Pero más imborrable aún es aquélla que dejó en todos los que tuvimos la fortuna de ser tocados por su luz, ya fuera como alumnos, clientes en su librería, artistas y escritores en busca de una palabra de aliento, o simplemente a quienes la vida nos puso en su camino.Es triste que a casi tres lustros de su muerte, las nuevas generaciones (salvo contadas excepciones) poco o nada sepan de él. Incluso los grandes críticos que hoy profetizan en nuestra ciudad y que con él se formaron, poco aluden a su persona en sus “recuentos” sobre la cultura regiomontana. Este libro busca mantener vivo su recuerdo a través de algunas anécdotas que dan cuenta del promotor cultural, del crítico de arte, del maestro, pero sobre todo, del maravilloso ser humano que fue el profe Gracia. De su bondad infinita, de su generosidad y de su moral inquebrantable.
Los textos aquí reunidos tienen múltiples orígenes. Salvo la entrevista realizada por Nora Guzmán en 1986, todos son posteriores a su muerte. Un primer grupo pertenece a un número especial de la revista El Norestense, editada por el Consejo Cultural de Nuevo León tras el fallecimiento de don Alfredo en 1996. Bajo la coordinación de Carlos Gómez Flores, entonces presidente de dicho Consejo, se publicaron dos o tres textos del profe Gracia acompañados de numerosos pensamientos o anécdotas de socios y de otros destacados miembros de la comunidad académica y cultural de Monterrey.Algunos escribieron un verso o su sentir ante tan dura pérdida.Aquí sólo incluimos aquéllos que cuentan anécdotas o describen alguna faceta de la personalidad del profe Gracia. Así mismo, otros textos que ese mismo año fueron publicados en distintos medios como el periódico El Norte y la revistaArmas y Letras con motivo de su deceso.
Pasaron los años y en agosto del 2002, desde el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, se organizó el Festival Alfredo Gracia Vicente con la idea de reavivar su memoria con eventos relacionados con sus áreas de interés y con el exilio español en general. Se unieron al mismo numerosas instituciones culturales que desde sus trincheras también le rindieron homenaje con distintas actividades. Entre otras, se realizó una mesa redonda sobre el papel de las librerías en la vida cultural de la ciudad. De aquí surgió otro de los textos, el de Alfonso Castillo. Gracias a la gestión de Luis Aguilar, el periódico Milenio Diario de Monterrey abrió un espacio para publicar colaboraciones alusivas a don Alfredo, mismas que aparecieron a la par que tenía lugar el mencionado festival. Algunas se encuentran aquí reunidas.
A cien años del nacimiento de don Alfredo, como un homenaje de la Universidad a la que tanto dio, decidimos reunir estas anécdotas así como una pequeña biografía que comencé a esbozar en vida del profe en largas charlas de sobremesa. Gracias a la generosidad y apoyo de Alfredo Gracia Aguilar, su hijo, hemos podido incorporar también algunos textos inéditos y fotografías. Mi agradecimiento a Carlos Gómez Flores y a Luis Aguilar, a Alfredo y su familia, a Jessica Nieto por sus atinados consejos de edición y a todos aquellos que colaboraron con sus textos. Algunos tampoco nos acompañan ya, pero todos, al igual que don Alfredo, permanecerán en la memoria colectiva a través de estas páginas.
I.O.R.
Veracruz, febrero de 2010…
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Obras de Arte en El Colegio Civil..
DE ARTE Y DE LETRAS (I)
Por Alfredo Gracia Vicenete
Vínculo;…( uanl.mx )
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Perfil del Crítico de Arte.
Por Alfredo Gracia Vicente
( 1910 – 1996 )
Colección «Las Uvas y el Viento»/8
Ediciones de la Escuela Preparatoria No.1
UANL, MTY.N.L. México
1985.
No es mi intención hacer crítica. Pido a Ustedes licencia para exponer algunas consideraciones personales sobre este punto: el ejercicio de la crítica es también un arte, el arte de ayudar. El crítico no debe alejarse ni del artista ni del espectador. El crítico que se piense velador de esencias, guardián de cánones o dispensador de certificados de validez estética, incurre en error y en grave falta de soberbia. La crítica no es una vestal del templo del arte. El crítico debe ser, ni más ni menos, una autoridad en arte, próximo al artista, amigo y orientador del público, atento a la demanda social. Su autoridad procede de sus estudios, de su sensibilidad, de su capacidad interpretativa, de su conocimiento de los problemas del arte y de su aptitud para captar y retener los innumerables hilos de que dependen las relaciones del producto artístico con los contextos de orden histórico, físico, económico y social que le dan naturaleza.
Autoridad que deberá conjugar con la humildad que es propia de todo acto de servicio. El crítico no es superior al arte, ni al artisita, ni al espectador; es un responsable y valioso elemento que completa el conjunto. La profesión de crítico tiene gran afinidad con la de maestro o educador. Cuando un artisita teme el juicio de un crítico se repite la situación del niño que tiene miedo del maestro. Cuando el público no entiende al crítico, se repite la situación del maestro docto y erudito que no sabe enseñar. (Alfredo Gracia Vicente). 1985
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REFLEXIONES SOBRE EL TIEMPO.
Por Alfredo Gracia Vicente
( 1910 – 1996 )
Colección «Las Uvas y el Viento»/10
Ediciones de la Escuela Preparatoria No.1
UANL, MTY.N.L. México 1986.
…O lo que es lo mismo: nuestro tiempo consciente, tiene un fin; nuestro devenir lleva consigo nuestra desaparición de este mundo. Y si es necesario morir con aceptación, también es necesario que vivamos con aceptación, considerando nuestra vida como un goce, como un bien, como una posibilidad de dicha permanente, como una obra que se ha confiado a nuestra responsabilidad, como un tiempo de belleza, como un tiempo creador en que, si fatalmente sufrimos mutaciones físicas y de todo orden, tenemos la venturosa compensación de cambiar el mundo y la sociedad en beneficio del hombre de nuestra especie…
Crear nuestra vida es casi, casi, verle la cara a Dios. Es una función que nos eleva sobre nosotros mismos. Se necesita esta conciencia de LA VIDA COMO CREACION para interesarse en el tiempo. Si el tiempo no es el ANTES- AHORA – DESPUES, vivenciado por el yo, la vida no traspone los límites de la selva.
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Deseo exponer unas cuantas reflexiones acerca del tiempo y del tiempo libre. La primera de estas reflexiones se inicia con una pregunta que me hago a mi mismo: ¿Qué estoy haciendo aquí, además de cumplir con un compromiso cultural y amistoso? Y sigue la respuesta con que me contesto: sencillamente, estoy usando mi tiempo libre. El tiempo libre de un viejo, mucho más amplio que el de un joven. Pero no nos adelantemos. ¿Qué es el tiempo libre? Voy a contestar esta pregunta, contándoles una anécdota vivida aquí en nuestro Monterrey. Se me encargó en una ocasión que hiciese la presentación de un pintor cuya obra se iba a exhibir en el palacio de Gobierno, constituido en una especie de galería de honor por la que se pretendía que desfilasen los más destacados artistas residentes en la Ciudad. Se trataba en la ocasión del arquitecto Antonio Joannidis, excelente profesional y afamado pintor, especialmente diestro en el retrato. Joannidis, regiomontano por adopción, ha vivido en distintos lugares del planeta, tan alejados entre sí como Suiza de Turquía o Alemania de México. Al dar cuenta de sus datos curriculares el maestro Joannidis decía y repetía: «Estudié esto o lo otro y en mis horas libres me dedicaba al arte».
Y así compuso su esquema horario el arquitecto Joannidis, y quien les habla pudo redactar su presentación presidida por el título: Las horas libres de Antonio Joannidis. Estas horas resultaron ser las que de manera más intensa respondieron al espíritu creativo del maestro, que todavía hoy, encuentra en sus horas libres, solaz, descanso, identificación consigo mismo y el goce de verse en las obras producidas. El reconocimiento de que existe un tiempo libre supone la aceptacón de que existe un tiempo que no lo es, un tiempo dependiente. La palabra tiempo, tanto al que se aplica al que es libre, como al que es dependiente se deriva en ambos casos de un concepto sociológico. El hombre es un ser eminentemente social. Todo individuo, quiéralo o no, está sujeto a cierta dependencia respecto del grupo a que se pertenece. Existe una concepción tan rotunda como justa que se expresa con estas palabras: «Quien no trabaje, que no coma». Mucho, pero mucho más antigua es aquella otra sentencia: «»Ganarás el pan con el sudor de tu frente». En uno y otro caso está clara la obligación que recae sobre todo hombre de ceder una parte de su vida para realizar el trabajo que se le impone como una razón de carácter social, como una justificación de su pertenencia a la colectividad, como el cumplimiento de una condición recíproca que le permitirá recibir los bienes de la solidaridad de sus prójimos.
Invirtiendo la fórmula, a la existencia del tiempo dependiente corresponde la existencia del tiempo libre. Entendemos por tal, aquel en que nos dedicamos a actividades voluntarias con objeto de proporcionarnos descanso, diversión, información…Las satisfacciones que a veces nos niega el tiempo dependiente, las buscamos en el tiempo libre. La gama de actividades que ocupan el tiempo libre es variadísima y mediante ellas se originan formas distintas según el individuo, su inteligencia, su cultura sus preferencias, etc. La más seductora de estas actividades, casi instintiva, de la que más placer se espera, es el juego, en sus más característicos tipos. Las prácticas lúdicas, si bien no son las únicas, impregnan de su esencia a casi todas las otras que se incluyen en el campo del tiempo libre. En ocasiones el juego es la superación de la mecánica de ciertos oficios.
Paralelamente a la idea del tiempo social hemos de contar con el tiempo conceptual. No quisiera complicar la expresión de estas reflexiones ni su sentido simple y directo, pero la voz tiempo me seduce particularmente, pues provoca tantas sugerencias que hablar de ella resulta una fascinante actividad intelectual.
Confieso que me es difícil expresarme en términos que corresponden al campo de la folosofía y si me arriesgo a penetrar en él es porque estoy encariñado con la idea -que yo siento como muy clara- de que el tiempo existe porque el hombre es consciente de su devenir así como las mutaciones a que están sujetos los seres. En virtud de esta conciencia de la dinámica vital, el hombre se apropia de una idea esencial: la de que existe el antes. y como consecuencia, existe el después. Y como filo en que se ve transcurrir, pasar, crecer el antes y suceder el después, está el ahora: los conceptos de pasado, futuro y presente. Los tres están incluidos en el tiempo, convertido así en medida del devenir de lo existente. (Proceso del ser, cambio, movimiento progresivo por el que las cosas se hacen o transforman).
Por la conciencia del pasado, tomamos conciencia de que somos y a la vez nos hacemos conscientes de nuestra finitud. Nuestro tiempo es una síntesis del proceso vital humano.
Los estados de conciencia que nos permiten advertir el pasado, el presente y el futuro, nos permiten medir el tiempo, es decir apreciar su duración. Esta medida puede ser subjetiva u objetiva. La medida subjetiva, la que nos hace decir que el tiempo se nos ha hecho corto o largo, por ejemplo, no tiene validez más que para cada uno de nosotros. Necesitamos una estimación universal, uniforme, independiente de nuestras impresiones personales, útil para todos: por esa necesidad, hablamos de horas, días, meses, años…
Partiendo de estas sencillas ideas llegamos a una teoría que yo encuentro muy sugestiva y que otorga una gran importancia al presente en cuanto generador del pasado. Como quiera que el ayer, el antes, el pasado, es evocado en el presente por la facultad de la memoria, por nuestra posibilidad de recordar resulta que el hombre más cumplido ante sí mismo y ante la sociedad, será el que haya creado más felices ayeres. Por eso he dicho muchas veces entre amigos, que trabajamos para el día de ayer, para los días de ayer.
Un presente dichoso depende así de un pasado feliz. De este modo, gracias al recuerdo, palabra verde y jugosa de la que manan sin cesar hilillos de agua fría -esto en el decir de García Lorca- , el ayer penetra en el mañana y se funde en un concepto ideal que crea nuetro tiempo, que nos hace, que nos lleva a sobrevivir en la fama, en la buena memoria, en el recuerdo que dejamos. Inevitablemente acuden aquí aquellos versos de Jorge Manrique en la muerte de su padre, que así dicen:
Y aunque la vida murió
nos dejó harto consuelo
su memoria.
Hay teorías pesimistas que se oponen a esta concepción optimista de la vida: el tedio y la angustia dominan la existencia humana, el hombre vive en el absurdo, procede de la nada y se sumerge en un futuro irracional. ¿Qué interés puede tener por algo, por alguien o por todo en general? ¿Qué es el tiempo para nosotros sino una servidumbre existencial, vivida en el hastío? Otros conceden al tiempo una realidad objetiva considerándolo como una creación divina en la que nuestras vidas transcurren reguladas por exigencias morales de las que depende nuestra salvación.
No quiero ni puedo profundizar mucho sobre estas cuestiones. Lo fundamental, lo esencial es que somos y que somos finitos. Esto es algo natural, no tiene nada de terrible, no debe asustar al hombre sensato. Dice Jorge Manrique, en el mismo poema citado:
Y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara, pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura.
O lo que es lo mismo: nuestro tiempo consciente, tiene un fin: nuestro devenir lleva consigo nuestra desaparición de este mundo. Y si es necesario morir con aceptación, también es necesario que vivamos con aceptación, considerando nuestra vida como un goce, como un bien, como una posibilidad de dicha permanente, como una obra que se ha confiado a nuestra propia responsabilidad, como un tiempo de belleza, como un tiempo creador en que, si fatalmente sufrimos mutaciones físicas y de todo orden, tenemos, la venturosa compensación de cambiar el mundo y la sociedad en beneficio del hombre, de nuestra especie.
La vida es una aventura llena de peripecias interesantes. Realizarla conveniente y felizmente es problema en cuya resolución intervienen factores individuales y colectivos relacionados con la época, el momento histórico, y el contexto social en que nos desenvolvemos.
Crear nuestras vidas es casi,casi, verle la cara a Dios. Es una función que nos eleva sobre nosotros mismos. Se necesita esta conciencia de La vida como creación para interesarse en el tiempo. Si el tiempo no es el ANTES-AHORA-DESPUES, vivenciado por el yo, la vida no traspone los límites de la selva.
Con estas implícitas premisas llegamos fácilmente a lo siguiente: el tiempo es un hecho existencial y un fenómeno social. Como hecho existencial explica nuestro ser; como fenómeno social, nos permite definir nuestra personalidad. En el fenómeno social hablamos de tiempo dependiente o comunitario y de tiempo libre; el primero es el que procede de nuestras obligaciones en la sociedad y por el que proveemos a nuestra subsistencia y participamos en nuestros deberes familiares; el segundo es el que nos pertenece libremente, fuera de nuestras ocupaciones habituales y obligadas. El primero se podría llamar el del trabajo; al segundo se le podría llamar el del ocio. La parcela correspondiente al trabajo es más fácil de cultivar que la parcela correspondiente al ocio; aquélla se trabaja con reglas impuestas por razones de disciplina, productividad y servicio; ésta, la del ocio, se cultiva con actividades que se originan de acuerdo con la cultura, la edad, la situación económica, la educación familiar, el medio profesional, el alojamiento, etc.,etc., de los individuos. Sería ideal -y a eso tiende la orientación vocacional- que el tiempo dependiente o comunitario, se emplease en aquello que resultase más adecuado a la capacidad y aptitudes del individuo; sería ideal que en la educación del trabajador se combatiese la idea de que el trabajo es algo con lo que forzosamente se ha de cumplir; sería ideal que el trabajador aceptase con alegría su deber de realizar el trabajo dependiente: que la ética sublimase el esfuerzo físico.
Sería ideal, pero por ahora, es mucho pedir. En la civilización industrial que vivimos, las ocupaciones especializadas con su inherente monotonía y la división del trabajo y las tareas que implica la racionalización de la producción , han conducido al hombre que trabaja, a una profunda desmoralización. Esta desmoralización , ha sido en parte neutralizada por la reducción de la parcela del trabajo dependiente como consecuencia de la automatización de las tareas. A la reducción de la parcela del trabajo dependiente se corresponde la ampliación de la parcela del ocio. O sea que, a medida que avanzamos en nuestra civilización, aumenta la producción con menos horas de trabajo. Estamos en el umbral de la civilización del ocio. ( 1986 ) . El tiempo libre puede convertirse ( 1986 ) en el fundamento de un nuevo humanismo. Debemos esperar una edad de oro, no porque en ella las cosas vayan a ser de este preciado metal sino porque en ella no se conocerá «lo tuyo y lo mío». (Permítaseme parafrasear a nuestro inmortal Cervantes ). El Tiempo libre como conciencia solidaria, presenta posibilidades infinitas, imposibles de enumerar, para un desenvolvimiento natural de la especie humana, rica en veneros espirituales todavía inexplorados; el tiempo libre y su organización adecuada pueden producir un nuevo modelo de hombre.
Comencé diciendo: aquí estoy, en mi tiempo libre: Perdonen la impertinencia. ¿Qué sería de mi y de mi tiempo libre sin la paciente audiencia que ustedes han formado?
Me gustaría hacer algunas reflexiones más sobre el tiempo de la vejez, pero prefiero dejarlas en el silencio. Salvaré una solamente : y es que en los viejos es más importante la ocupación activa del tiempo libre que en los jóvenes. Los viejos no deben descansar. Y si es posible, deben estar siempre estudiando, aprendiendo, conociendo. Conocer es vivir, dice nuestro Premio Nóbel, el poeta Aleixandre. . Perdonen también que nombre a tantos poetas. Es que yo pienso que la poesía es la esencia del conocimiento y que nos lleva al conocimiento de las esencias. La poesía penetra los metales que la ciencia no puede horadar. Así, todavía quiero mencionar a otro poeta, Antonio Machado, y a un poema suyo muy breve, en el que el poeta casi niega la muerte. Y tiene razón Machado: la muerte no existe, porque el hombre no la ha vivido, no ha tomado ni puede tomar conciencia de ella. Sabe que es finito, sabe que ha de morir, pero no sabe como es la muerte.
Pregunten incluso a un médico y verán que difícil le resulta hablar de ella. Pues bien, Machado nos enseña a no temerla; podemos trabajar hasta el fin de nuestros días. Y a los viejos nos toca la dicha de trabajar para los demás en la misma medida en que nuestro futuro se va acortando.
El poema dice así:
Daba el reloj las doce… y eran doce
golpes de azada en tierra…
…¡Mi hora! – grité – …El silencio
me respondió: – No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.
*****
¡PIEDRA DEL TIEMPO!
Por Alfredo Gracia Vicente
Te veo, me asombro y no te escucho.
Eres el gran silencio del mundo. Tu
voz es tu presencia multisecular
y sin límites.
En ti se mira y se mide la especie
de los hombres; en ti saciamos
nuestra sed de tiempo.
Tú, que has visto nacer a todos los
que fueron y somos, ayúdanos a vivir
en paz, tolerancia y amor
*****
RAUL RANGEL FRIAS Y
EL EXILIO ESPAÑOL.
Por Alfredo Gracia Vicente. 1983
De Arte y de Letras (I) , Preparatoria No.1
( Capitulo equis de un libro que no se publicó )
En la merecida rendición de honores al Licenciado Raúl Rangel Frías, se me ha encargado ofrecerle aquellos que le corresponden por la actividad que el Licenciado mantuvo en los dramáticos momentos del exilio español después de la derrota republicana, a la que el propio Rangel Frías calificó como «funesto desenlace de la guerra civil española ( 1936 – 1939 )».
Acepté el encargo con tanto gusto, que no advertí las dificultades que ofrece su debido cumplimiento, solamente vi que se me daba la ocasión de honrar a quien honor merece y que al mismo tiempo se me brindaba una oportunidad de oro: la de poder usar la resonante tribuna que es este libro en que participo, para proclamar una vez más, en nombre propio y en el de los compañeros del exilio que me acepten como un portavoz, nuestra inquebrantable adhesión a México y a los valores que este país representa ante el mundo con singular dignidad.
La ideología del Licenciado Rangel Frías incluye la visión de una España, única y permanente, en hermandad con México, soberano y recíproco.
Las siguientes son palabras de Rangel Frías:
«Ni para el pasado o en el presente se excluyen pareceres con divergencias, e incluso cierta oposición de caracteres y semejanza. Raíz común de nuestras estirpes que se identifican en la pugna interior de las fuerzas del alma y del combate de las existencias humanas». «…Se impone la obra de aquello que hemos edificado juntos. Un viejo y nuevo mundo surgido de los antepasados, de sus combates y vicisitudes» (R.R.F.)
Se impone la obra de lo que hemos edificado juntos: ¡Hermosas palabras! Todo un programa para la unidad fraterna de México y España; y llevado el mismo principio a la península, todo un plan de acción para la unidad de los pueblos de España, tan difícilmente trabajada en el tiempo. La República rectificó errores seculares y encaminó al país en la dirección unitaria; La constitución democrática de 1978 «se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todos ellos». ( Const. 1978, Art. 2).
Los españoles de hoy parecen, pues, ¡por fin! en dejar firme y claramente establecida la idea de la indisolubilidad de España dentro de un marco que garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que integran la nación. Nunca se había llegado a tanto. Rangel Frías y quienes tienen parecidas ideas a las que él sustenta sobre España, tuvieron durante la República y tienen ahora, en el régimen democrático instaurado constitucionalmente en 1978, un interlocutor viable y el único realmente válido: el pueblo español, tantas veces violentamente acallado, el de «la obra de aquello que hemos edificado juntos».
El ilustre jesuita Juan de Mariana (1536 – 1623), en su Historia General de España escribe sobre los pueblos que la integran con sentido de coetaneidad y comunidad de intereses entre los mismos. Así Mariana asume la idea unitaria de España, la misma que permitió a la nación española proyectarse sobre las extensas regiones de su imperio. Viene a cuento la mención del gran historiador porque pienso que la imagen unitaria de España que él defiende, es la que ha prevalecido en el continente americano y porque los conceptos de Mariana encierran valiosa enseñanza para quienes fuera de España hemos acendrado objetivamente nuestro amor a la tierra nativa.
Para aclarar, diré que, en este momento, uso la expresión tierra nativa como refiriéndome a España, sin importar el pueblo, la comarca, la provincia, la región, la nacionalidad histórica en que nacimos ya que cualesquiera de estas entidades pueden incluirse en una idea ampliamente comprehensiva que física y emocionalmente aceptamos como España. Porque somos capaces de situarnos en este plano unitario que afecta al ser de los españoles, podemos entender el hispanismo de Raúl Rangel Frías y en consecuencia, somos con él, en la unidad de nuestros pueblos.
El fervor que en su día mostró Rangel Frías por la causa de los republicanos españoles, no supuso ni supone afiliación a determinados partidos o grupos. Procede de esa su visión unitaria de España, cuya cultura y genio siente ligados al genio y cultura de México.
Cuando la guerra civil española termina. Raúl Rangel Frías es un joven de veintiséis años cuyo orgullo de mexicano se ve fortalecido por el heroísmo de la juventud republicana española con la que vibra conjuntamente; por la gallarda actitud de México al lado de los defensores de la libertad; porque entre otros factores de solidaridad, hubo uno decisivo: la presencia de combatientes mexicanos junto a los combatientes españoles: por la irreductible posición de México en el reconocimiento de la legitimidad republicana; por la arriesgada y valiente decisión del presidente Cárdenas al nacionalizar la industria petrolera; y por la certidumbre de que, considerada como inevitable la segunda guerra mundial, México se enfrentaría y superaría triunfalmente las difíciles jornadas en las que se pondrían a prueba los constituyentes de la esencialidad de su historia.
Lo esencial mexicano tiene más de una raíz común con lo esencial español. Como ejemplo vamos a considerar una invariable histórica de España: el mantenimiento del principio de la soberanía del hombre; este principio, con destellos constantes sobre América, encuentra su mejor apoyo en el individualismo ibérico del que tanto se ocuparon en tiempos no lejanos el granadino Ganivet y el bilbaíno Unamuno. la noción del hombre soberano fue defendida por el Padre Suárez desde su posición teológica y por humanistas religiosos como Montesinos y Las Casas desde sus trincheras de acción política social y cristiana. En su actitud en defensa de los derechos de los naturales, llegaron a poner en litigio la legitimidad de la conquista de América. Con esta invariable histórica de la soberanía del hombre, España asienta una contrapartida a los hechos de violencia y crueldad que registra la conquista; la acción española se desenvuelve en una antítesis de muerte y vida, en un doble y paralelo proceso de expiación y avance hacia términos con saldo creador.
Con la tesis anterior, pretendo señalar que el hombre soberano de América, el hombre soberano de México, pueden sin menoscabo de sus derechos, abrazar la causa de la unidad cultural entre España y los países de aquende el Atlántico, puede mostrarse satisfecho de pertenecer a un universo histórico, sentimental y estético de primer orden; en este contexto sitúo al Licenciado Raúl Rangel Frías. Comprendida la idea de un ámbito cultural común, entendemos también el ánimo generoso y fraterno con que el maestro Rangel recibió a los españoles del exilio en el solar regiomontano.
Españoles del exilio: capitanes sin mando, capitanes de la ciencia, la educación, el arte y las letras; heroicos soldados de la ciudad y el campo; hombres enteros y despojados a los que México recibe diciéndoles: Esta es vuestra casa; esta es vuestra tierra.
No es necesario nombrarlos a todos; pero será bueno decir que a México llegaron no menos de doscientos cincuenta profesores universitarios españoles, algunos de ellos reconocidos universalmente; y que al lado de esas eminentes personalidades y de miles de trabajadores de todas clases, también pusieron pie en esta ribera pintores, escultores, músicos, arquitectos y poetas, un conjunto glorioso que en españa desarrolló un pequeño siglo de oro republicano.
La llegada de los refugiados españoles en 1939 y primeros años de los cuarenta, coincide con las corrientes de transformación nacional que se aprecian en México como resultado de la política progresista que promueve el general Lázaro Cárdenas y continúan en cierta medida quienes le suceden.
Al amparo de estas fuerzas regeneradoras, surge en la ciudad de Monterrey, capital del estado de Nuevo León, con el ímpetu propio de lo que es joven y con el espíritu de quien entra en noble competencia, la nueva fundación universitaria.
En los trabajos preparatorios y en la estructura de su fábrica legal intervinieron prominentemente el doctor Enrique C. Livas, infatigable luchador, soldado de toda causa noble; Armando Arteaga Santoyo y Raúl Rangel Frías. Podríamos decir, sin caer en el alago fácil, que el maestro Rangel Frías daba importancia a los cargos, a medida que los iba ocupando. Así en 1943, al nacer la Universidad de Nuevo León se le nombró jefe del departamento de Acción Social Universitaria y el D.A.S.U. aun reducido a sigla, es inolvidable. Contaba el licenciado Raúl Rangel Frías entonces con treinta años de edad.
Fue el momento del despegue; ya no se detendría en su esfuerzo creativo hasta alcanzar el más alto puesto universitario: la Rectoría: El licenciado Rangel Frías cubre una época de realizaciones que no es menester enumerar en este trabajo; pero no hay duda de que la grandeza de la UANL, guarda fuerte relación con la personalidad de Raúl Rangel Frías. Al ocupar la jefatura del D.A.S.U. el joven maestro cuenta con autoridad suficiente, amplia autonomía, aliento moral y simpatía, además de la confiada expectativa de la mayoría de los universitarios.
Dada tan favorable coyuntura, no se harían esperar los frutos; el primero de ellos revertió sobre el propio D.A.S.U. ya que este organismo, a causa de su dinamismo, adquirió importancia grandísima en la vida de la institución universitaria. Siguen la publicación del mensuario Armas y Letras así como la revista semanal Iniversidad; la creación de la Escuela de Verano y de la de Artes Plásticas. Más adelante, la Facultad de Filosofía, la Escuela de Matemáticas, la Biblioteca Alfonso Reyes y, en fin, otras brillantes realizaciones vinculadas en algún modo a la acción creadora del Licenciado Raúl Rangel Frías.
En 1943 llegó a Monterrey el poeta republicano español Pedro Garfias Zurita, que fue incorporado al personal de la Universidad, en calidad de secretario oficial del Jefe del D.A.S.U., el licenciado Raúl Rangel Frías. El nombramiento de Garfias acredita la inteligencia, perspicacia y tino de Rangel Frías para apreciar de inmediato el valor del poeta. Pedro Garfias se entusiasmó con el proyecto de echar a andar el periódico Armas y Letras. Pedro tenía alguna experiencia en el campo de las publicaciones periódicas pues había en los Quijotes, Cervantes, Grecia, Ultra y Tableros y dirigió los cuatro históricos números de Horizonte. ( Del 15 de noviembre al 30 de diciembre de 1922) Autor afortunado de Ala del Sur y de Primavera en Eaton Hastings, sentía como suya la síntesis cervantina de las armas y las letras ya que Pedro Garfias, por naturaleza hombre de paz, había vivido también la guerra y había sido comisario político de un batallón republicano en el frente de Córdoba. Cervantes (y Garfias) atribuye a las armas el objeto y fin de la paz, que es «el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida»; «poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo».
Armas y Letras fue para Pedro Garfias, evocación de España, repaso poético, cátedra, lugar de encuentro con todas las amistades presentes y ausentes, consuelo permanente para su condición de proscrito. Raúl Rangel Frías compartió afanes y satisfacciones con Pedro. Dejemos que el maestro Rangel nos hable de Garfias, «Este algo, poeta, amigo que arrojó a Monterrey aquel cataclismo -la guerra de España- me devolvió un manantial de ternura, hizo crecer la memoria de mi pasado y me dio el regalo de un símbolo para el futuro».
El licenciado Raúl Rangel Frías recibió en Monterrey a Pedro Garfias, que «aquí quedó anclado, como un madero arrojado por la tempestad»; y el licenciado Raúl Rangel Frías lo despidió cuando Pedro se fue rumbo a la eternidad, aquel severo agosto de 1967:
«Depositado aquí como un gorrión
dormido… aquí en el tránsito
oscuro… escúchame:
Todo el dolor se acabó…
Hasta luego Pedro».
Un joven poeta mexicano, Gabriel Zaid, dijo hace ya veinte años, en una conferencia titulada La poesía, fundamento de la ciudad, que «una de las cosas que hacen importante a Monterrey es que Pedro Garfias haya andado por aquí». Este gentil homenaje a Pedro, cuando aún vivía el poeta, es, de paso, un homenaje a Raúl Rangel Frías, que tuvo y retuvo al poeta cuanto pudo, en nuestra ciudad.
El D.A.S.U., por iniciativa de Raúl Rangel Frías, fundó el órgano de la Universidad de Nuevo León, titulado Universidad. Tengo a la vista el número tres, correspondiente a septiembre de 1944 ( estábamos en plena guerra ). Universidad es un ejemplo del alto nivel cultural que dicha publicación se impuso. Raúl Rangel Frías, director, en un artículo publicado en el mencionado número tres, declara su ideal humanístico al decir: «La responsabilidad de las democracias aliadas corre pareja con el esfuerzo y los sacrificios realizados para conquistar el triunfo de las armas, ya que disponen de la más grande oportunidad de este siglo para construir un gobierno universal de los hombres, sin más alternativas que realizar esta idea o seguir alimentando la guerra con miserias de donde nacen injusticias, despotismos y locuras militaristas». Sin salirnos del número tres de Universidad vemos cómo esta admirable publicación sirvió de cauce a las inquietudes de intelectuales y científicos españoles refugiados.
De los once trabajos que aparecen, cuatro corresponden a personalidades de la emigración republicana: F. Carmona Nenclares, Juan Rejano, Pedro Garfias, y Gabriel Capó Balle. Los cuatro han muerto; no quiero desaprovechar la oportunidad de rendierles un conmovido recuerdo.
Con el mismo espíritu fraterno, con igual impulso renovador, espíritu e impulso que inyectaron fuerza y sustancia a la Universidad renacida de aquella época, fundó Rangel Frías la Escuela de Verano, de capital importancia en la cultura de Nuevo León. Raúl Rangel Frías -inteligencia y «vista» juntas-, frente a la oportunidad histórica que se le presentaba, captó la posibilidad de llevar al campo de la acción su idea sobre la esencial unidad cultural entre México y España.
La Escuela de Verano proyectó sobre nuestra ciudad, el estado y el país entero, el entusiasmo de su fundador y colaboradores inmediatos: entre éstos el maestro Francisco M. Zertuche, de indeleble memoria. Entusiasmo que se tradujo en rescate de valores y en fuerza creadora, camino y rumbo para el pensamiento, el arte y la filosofía hispano-mexicanos, convocados en aquellas horas de drámaticos claroscuros, en la ciudad de Monterrey, por el joven maestro y pensador Raúl Rangel Frías.
A esta Escuela de Verano se trajeron exposiciones del arte mexicano y prehispánico y moderno que nunca antes se habían visto y conferenciantes mexicanos y españoles de reconocido valor intelectual tales como Alfonso Reyes, Daniel Cosío Villegas, Antonio Castro Leal, Manuel Toussaint, Salvador Toscano, Justino Fernández, Octavio Paz, Arturo Arturo Arnáiz y Freg, Fernando Benitez, José Alvarado, Nabor Carrillo, entre los mexicanos, en una nómina limitada, por cuyas faltas nos disculpamos. La parte de la emigración española se compone también de grandes maestros que aportaron su saber y experiencia al acervo cultural de nuestra Universidad. Solicitamos del Licenciado Raúl Rangel Frías que haga memoria y nos proporcione nombres; con la cordialidad que le es característica y reconociendo posibles omisiones, nos cita y comenta las presentaciones de muy destacados maestros.. Estas son las palabras de Raúl Rangel Frías;
«José Gaos, maestro de maestros, cuya amenidad de cátedra, profundo y laborioso pensamiento filosófico dictó graves y deleitosas lecciones sobre la mano y el tiempo -dos exclusivas del hombre, que las produjo nuestra Universidad y las publicó; estas publicaciones son ahora ejemplares de valor extraordinario. Dio además sus enseñanzas en cursos y seminarios intensivos y breves sobre Hegel, Heidegger, Ortega y Gasset, sobre la antiguedad helénica y la vida filosófica».
«El doctor Juan David García Bacca, de original inspiración filosófica, docente de una síntesis muy personal de humanismo griego, ciencias fisico-matemáticas y metafísica existencial; García Bacca desplegó sus lecturas de filosofía en metáforas y parábolas; también produjo bellas y luminosas cátedras sobre nueve filósofos contemporáneos y sus temas».
«Don José Manuel Gallegos Rocafull, varón apostólico de bondadosa y cristiana continencia, que volvió en reiteradas ocaciones con lecciones en torno a la filosofía del humanismo español en el siglo dieciséis».
«Don Pedro Bosch Gimpera, que había sido Rector de la Universidad de Barcelona durante la autonomía catalana y actuó en nuestra casa con sabiduría de hombre de bien y de doctor en disciplinas de la antropología y de la historia».
«El doctor José Medina Echavarría, que fue maestro en sus bien meditadas reflexiones sobre metodología de la paz, a la victoria de los poderes occidentales».
«El sabio jurista don Luis Recasens Siches, en la cátedra de filosofía jurídica y el el doctor Luis Jiménez de Asúa en criminología y derecho penal; el doctor Mariano Ruiz Funes, distinguido penalista, que había sido ministro y embajador de la República».
«El poeta León Felipe, cuyo fulgurante verso fustigaba la hipocresía y la maldad».
«José Bergamín, de fina, agresiva y lírica inspiración poética; y Juan Rejano, gran poeta y periodista, fraternal amigo de Pedro Garfias».
La Escuela de Verano estuvo bajo la dirección del maestro Zertuche desde que Raúl Rangel Frías fue nombrado rector de la Universidad. Zertuche continuó los cursos con entusiasmo y cuidó la orientación ideológica que les fue dada desde el principio.
Todavía dentro del campo universitario y bajo la influencia más o menos directa de Raúl Rangel Frías, tenemos que mencionar a otras distinguidas figuras de la emigración republicana: por ejemplo, al enólogo José Salinas Iranzo y a los doctores López Albo, Luis Fumagallo, Capó Balle y Daniel Mir. No se puede olvidar a la maestra y artista catalana Carmen Cortés, que tanta enseñanza dejó entre los estudiantes de pintura de la Escuela de Artes Plásticas; Ni al pintor andaluz Juan Eugenio Mingorance de cuyo magisterio y generocidad tienen buen recuerdo los artistas regiomontanos; ni tampoco se olvida a la doctora Elodia Faraudo, de actuación muy positiva en el área del trabajo social.
Queda todavía una buena lista de personas de la emigración española, formada por personas que llegamos a Monterrey y aquí nos establecimos y trabajamos; con varia fortuna pero disfrutando siempre de la solidaridad y apoyo de este pueblo ejemplar, trabajador y honrado; muchos de nosotros, casi todos, hemos mantenido alguna relación con el licenciado Raúl Rangel Frías y todos tenemos con él deudas de gratitud. Juntos en silencio y digno anónimo, rindamos homenaje a este noble hombre, por su comportamiento afectivo para con nosotros, en las horas difíciles y en las buenas.
Por privilegio de la amistad, dispongo de unas elocuentes páginas que el propio licenciado Raúl Rangel Frías ha puesto a mi disposición; contienen valiosos datos de que me he servido en el presente escrito, además de que reflejan con insuperable arte y emoción el vigor y la firmeza ideológica que el licenciado Rangel Frías aplica a sus conceptos sobre España y México. De la última de estas páginas tomo el párrafo final;
«Hemos preservado para España misma y aun para nosotros, tantas existencias luminosas y útiles de sus hijos emigrados a México, un caudal vivo, acrecentado y hermoso de su propia carne y raíz: que es como si dijésemos, la hemos hecho madre de sus propios hijos entre nosotros».
Estas palabras anidan una dramática revelación: la vida en México nos ha devuelto la filiación con España; en México hemos completado el conocimiento de la madre; México ha sido para nosotros, protección , hogar, orden, rehabilitación, fuente de bienes físicos y morales, en México hemos podido entender cabalmente a nuestra patria. México, junto a España nos da el imponderable regalo de una doble patria; a México y España, patria una y doble, debemos los españoles, exiliados del 39, fidelidad y esfuerzo; a los compatriotas de este lado, como Raúl Rangel Frías, les reservamos toda nuestra capacidad de reconocimiento.
1983
***
PALABRA E IMAGEN EN UNA BALADA
Por Alfredo Gracia Vicente.
Balada de la cárcel del mundo es la historia de un título que encontró su poema.
En un principio este título estaba destinado a la palabra de Pedro Garifas maestro, compañero, hermano de Ernesto Rangel Domene. Durante años, lo que sólo era un título sobrevoló la mente del gran poeta hispano-mexicano sin lograr el debido acomodo ni conjugarse con la expresión perfecta.
La muerte de Pedro nos dejó el bello título en el aire, reflejo de las inquietudes del artista, de sus enormes preguntas, llevándonos con su tránsito a un círculo más amplio, pero igualmente cerrado de su cárcel del mundo. Vivir, luchar, liberarse, morir regresar. . . , grupo de palabras afines que juegan iguales en los grandes interrogantes que vienen de Prometeo y no hemos contestado todavía: ¿Somos? ¿o solamente existimos? ¿significamos algo más que un anhelo de inmortalidad? ¿Dónde acaba nuestro sueño? ¿Cuántas prisiones tiene que derribar el hombre, círculo tras círculo, jaula tras jaula, reja tras reja, para sentirse, para ser libre? ¿Basta sentirse para serlo? Y si el hombre fuera libre, ¿sería como Dios?, ¿o sería Dios mismo?, ¿o Dios es solamente una creación de la soberbia, de la envidia humana? Si el mundo fuera nuestro, ¿ Por que habríamos de envidiar a Dios ? Son preguntas que forman una cadena que podría no tener fin.
Preguntas que se formuló Pedro Garifas cuando buscaba palabras para su título. Preguntas que se propuso Manuel de Pedrolo cuando escribió su balada dramática Hombres y No sin presentir el título que tan cerca tenía.
Preguntas que Manrique, Quevedo, Cervantes, Unamuno, Machado… Preguntas humanísimas del hombre sencillo, preguntas del poeta, preguntas de Ernesto Rangel Domene, al recoger el título y darle su palabra, sintetizadas en ésta su insistente pregunta:
<< ¿Es un cerco
rotundo
esta cárcel
del mundo? >>
La pregunta es un poema. La respuesta es un poema; un poema dentro del poema. La interrogación es sombra; la contestación es luz. Sombra y luz que anidaron en el poema. Pregunta perdurable, respuesta que la ilumina por instantes, verdad que no se aprehende totalmente, va y ven de la vida humana, vaivén del tiempo, fugacidad y eternidad, sístole y diástole de nuestro pensar, hombre y cosmos, mortalidad que se repite, creadora de inmortalidad.
Con Balada de la cárcel del mundo, Ernesto Rangel Domene nos brinda una elevada prueba de su madurez intelectual y la expresión de sus más hondas preocupaciones. Se trata de una obra que se ha escrito a fuerza de ser escuchada, de probar el metal de cada concepto, grave y seria, precisa, con versos que pesan hasta doblar la muñeca del brazo que los sostiene.
Este poema viene a ser para el autor como una clave luminosa para comprender el fenómeno humano, el drama espiritual que nos es propio y común.
Presenta un movimiento pendular de carácter arrítmico, agitado unas veces, sereno otras; turbado en ocasiones por el misterio del día, explicación de la noche; sosegado y claro en otras, como cuando llega
<
sonrisa
del corazón
sin prisa>>
Y, en definitiva, la Balada de la cárcel del mundo de Ernesto Rangel Domene es un canto al semejante, al hombre, caminante en la niebla, con la libertad florecida en sus manos, cantando y dejando canción en su canto.
Técnicamente, Ernesto Rangel Domene ha dispuesto para su discurso poético la distribución del mismo en breves estrofas de cuatro versos, rimados los pares, de irregular cadencia y valor, ceñidos en rígida unidad, formando en conjunto una canción en la que se advierten los ecos tradicionales de género y el acento de las actuales voces poéticas. Sus estrofas, rigurosamente antirretóricas, desnudas y conceptuales, se prestan a variar la lectura de las mismas empezando, por ejemplo, desde el final para llegar al principio, recomenzar en la segunda y terminar reiterando la afirmación de <>, etc.
En las diferentes lecturas posibles es fácil advertir nuevas y originales implicaciones y perspectivas. Así , si leemos retrocediendo desde la vigésimotercera estrofa hasta la primera, notaremos que se hace referencia al rostro de Dios; y, al revés, se trata de nuestro rostro y del propio conocimiento.
***
Uno de los méritos de la Balada de la cárcel del mundo –y no el menor- es el de haber sido motivo de que disfrutemos del arte de Gerardo Cantú Guzmán Las ilustraciones de este singular maestro Regiomontano son la manifestación viva de su exquisita sensibilidad. Tiene líneas de la más alta emoción estética, definidora de abstracciones, que dicen, unidas a la palabra, el misterio de lo humano. No se trata de ilustraciones anecdóticas sino de líneas que iluminan los conceptos. Hay estrofas en el poema que se <> por el dibujo que las acompaña; hay dibujos que <> a la palabra. Cada ilustración es una unidad artística completa; todas juntas, palabra y pintura, componen una sinfonía. Gerardo Cantú Guzmán, con esta obra da un gran paso adelante en su carrera.
Palabra y forma de esta excepcional Balada: un poema de Rangel Domene iluminado por el arte de Cantú Guzmán; imágenes de Gerardo Cantú ungidas por la voz de Ernesto Rangel.
Alfredo Gracia Vicente
Monterrey, N.L., marzo de 1969
***
Alfredo Gracia Vicente,
O LA LEALTAD SIN LÍMITES –
Por Ernesto Rangel Domene.
Qué difícil hablar o decir algo importante de alguien que significó y significa tanto en lo personal y en nuestro medio social y cultural de Monterrey.
Alfredo llegó a México a fines del año 1939 o principios de 1940. Un refugiado más de la guerra civil española, un hijo del pueblo español, de los valiosos y valerosos. Uno entre miles de los que llegaron, recibidos por nuestra nación, bajo los auspicios de la Presidencia de la República en el mandato del General Lázaro Cárdenas. Alfredo siempre agradeció públicamente ese rasgo de generosidad de nuestro pueblo para con su pueblo.
Ya lo dice por él y por todos nosotros el gran poeta, amigo nuestro, Pedro Garfias en su poema:
ENTRE ESPAÑA Y MEXICO
A bordo del “Sinaia”.
( El País.com )
Qué hilo tan fino, qué delgado junco
-de acero fiel- nos une y nos separa
con España presente en el recuerdo,
con México presente en la esperanza.
Repite el mar sus cóncavos azules,
repite el cielo sus tranquilas aguas
y entre el cielo y el mar ensayan vuelos
de análoga ambición, nuestras miradas.
España que perdimos, no nos pierdas:
guárdanos en tu frente derrumbada,
conserva a tu costado el hueco vivo
de nuestra ausencia amarga
que un día volveremos, más veloces,
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos ondeantes
y el latido del mar en la garganta.
Y tú, México libre, pueblo abierto
al ágil viento y a la luz del alba,
indios de clara estirpe, campesinos
con tierras, con simientes y con máquinas:
proletarios gigantes de anchas manos
que forjan el destino de la patria:
pueblo libre de México:
como otro tiempo por la mar salada
te va un río español de sangre roja,
de generosa sangre desbordada.
Pero eres tú esta vez quien nos conquistas,
y para siempre, !oh vieja y nueva España!.
Efectivamente, como dice mi inolvidable amigo y maestro Pedro Garfias, un generoso río de sangre española llegó otra vez a nuestras costas, para fecundar las tareas científicas e intelectuales, las artísticas, académicas, o bien en el ámbito de los negocios. Ha sido la migración española más positiva y fecunda que ha recibido México.
Alfredo Gracia Vicente, nació en un pueblecito humilde, Castel de Cabra, en Aragón, España. Siempre reconocido de sus orígenes populares Alfredo habló siempre bien y con recuerdos amorosos de lo suyo y de los suyos, señalando la raíz primigenia como algo insustituible por puro y simple, de donde en realidad parten todos los hombres, el género humano. El asumió esta universalidad con franco orgullo y no renegó jamás de una lealtad a su sangre, su tierra y a sí mismo, expresando también su devoción por México con palabras y con hechos.
Esa lealtad a toda prueba le permitió ser auténtico y ser fiel y sincero amigo con todos los demás. Y le permitió ser generoso en extremo, en todos los ámbitos y sentidos, con una bondad desbordada y cálida, plena de calidad y cualidades humanas muy finas y nobles. Alfredo quería más a los otros que a sí mismo y lo demostró durante toda su vida.
Un día, mostrándome un escrito -manuscrito suyo- me dijo, asombrado y complacido a la vez: «mira, Ernesto, esta caligrafía que tú vez es la misma con la que he escrito toda mi vida, desde jovencito. Me asombra que todos los rasgos son los mismos, después de tantos años». Yo tengo manuscritos de Alfredo, de las presentaciones de mis libros o de nuestras lecturas poéticas. Un día en la Casa de la Cultura de Nuevo León le dijo al auditorio que él y yo habíamos corrido todas las aventuras literarias imaginables, invitando a lecturas en cafés y plazuelas, además de en la librería Cosmos o en Arte y Libros, fundadas por él, y en la Alameda de Monterrey donde les gritábamos a los transeúntes: «vengan, vengan les vamos a leer poemas», por lo cual algunos nos veían como locos.
Alfredo Gracia Vicente fue un ser privilegiado por su sensibilidad e inteligencia. Los que gozamos de sus dones nos hemos enriquecido y no lo olvidaremos jamás. Con el paso del tiempo, al añejarse, como un buen vino de cariñena, de su tierra aragonesa, fue siendo mejor y más querido.
Cuando yo lo conocí, en la Cosmos de la calle Morelos, lo recuerdo muy joven aún. La piel de su rostro era sonrosada y plena e irradiaba la belleza interior que él siempre nos dio. Yo entonces era un joven de veinte años. No le agradaba mucho que yo le preguntara por la guerra civil española, le dolía, y es explicable; sin embargo, lentamente, con esa maestría que siempre tuvo para exponer, narrar y analizar los hechos humanos e históricos, me hablaba de esos años con una información propia de un ser dotado en todo sentido, no sólo por el cúmulo de datos sino por sus valiosos juicios. Era un placer muy grande escucharle, como lo fue siempre, lo mismo sobre un poema, que sobre una anécdota de su pueblo o sobre la calidad de las morcillas que hacía doña Tere, la esposa de Tadeo Laguarda o los jamones y el vino que todavía produce éste en Ramos Arizpe, Coahuila. Fuimos juntos muchas veces, a llevarle piernas de puerco a Tadeo y a paladear en su casa unos pequeños chorizos duros que doña Tere sumergía en aceite , y que no recuerdo cómo se llaman, pero que con pan, el vino y la plática de todos era un deleite inolvidable.
En casa de don Tadeo, el viejo, se reunía con Raúl Rangel Frías y el Lic. Fernando Canales y nos contaba que en ocasión de una cena allá, el cineasta -también aragonés- Luis Buñuel comentó que las morcillas de doña Tere y el vino y jamón de Tadeo no tenían nada que pedirle a los mismos de Aragón.
Hace muchos años, sería el año 1961 o a principios de 1962, fuimos a Ramos con Pepe Alvarado un fin de semana y el gran conversador que era don Pepe nos habló de literatura, periodismo, política, de la revolución mexicana y hasta de los antiguos y grandes circos que llegaban a Monterrey. Alfredo terciaba comentarios parcos e inteligentes, como era su costumbre. En su casa de Monterrey y en la mía cenamos varias veces en la grata compañía de Pedro Garfias y otros amigos mexicanos y españoles.
Alfredo cantaba muy bien las jotas aragonesas y las sardanas, en catalán, que hablaba perfectamente. El nos dio a conocer al gran poeta catalán Juan Maragall y a la no menos célebre Ángela Figuera Aymerich. Oíamos grabaciones muy antiguas del tenor José Oto, que ha sido el más grande cantor de jotas que ha dado España. Cantábamos también melodías mexicanas y les daba yo a conocer mis canciones, con letras propias y otras con poemas de grandes poetas que musicalicé.
Alfredo Gracia Vicente fue para mi, desde muy temprano, un amigo, un mentor, un mecenas, un hermano mayor y un verdadero maestro de la amistad, del arte y de las letras, por lo que toda mi vida le estaré agradecido. El escribió el prólogo de varios de mis libros de poemas y otros escritos en torno a mi obra. Pero no sólo lo hizo conmigo, sino con todo aquél que le pidiese ayuda, orientación y diálogo. En el ambiente de las artes plásticas o del teatro y otras manifestaciones, Alfredo fue alguien que siempre tuvo la mano tendida, el comentario interesante, humanístico, ágil, certero y positivo que nos iluminó muchas veces con su pulcrísima prosa y elegante estilo de verdadero artista. Yo descubrí muy pronto y muy joven su talento de «poeta que no escribe versos», como puse en la dedicatoria de mi poema «Balada de la cárcel del mundo».
Después de los sufrimientos de una sangrienta y crudelísima guerra civil, Alfredo ya no tenía nada que perder salvo la vida. Por eso para él todo en México era ganancia y aprendió y nos enseñó a disfrutar precisamente cada instante de la vida. De los roncos cañones y las bombas ensordecedoras de Guernica o del frente del Ebro, donde participó, llegó a México a cultivar el amor por los libros, por la palabra y las artes, y sustituyó el silbido temible de las balas por el canto de la poesía. Pero no como simple sueño placentero, sino que escogió lo mejor de la vida y contribuyó a enriquecer la nuestra.
Un día en su librería Cosmos, de la calle Padre Mier me dijo: «Es que el título lo tomé de los Griegos; cosmos es orden en contraposición a caos». Alfredo Gracia Vicente era también un filósofo amante de la armonía del mundo.
Forjado por sí mismo, -puesto que su grado académico era el de un profesor normalista para la escuela primaria y él así lo reconocía con satisfacción-, se fue superando a sí mismo hasta llegar a ser un factor de opinión, de consulta y de cátedra, como lo fue la culminación de su magisterio en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde su generoso auspicio dejó muchos dones y alumnos que lo quieren, como lo queremos nosotros de tantos años. No sólo fue un maestro, sino un sabio, atendiendo a que éste es quien recoge lo esencial, lo universal y lo mejor de la especie humana.
En la Librería Cosmos de Padre Mier, nos reuníamos con él muchos amigos: Pedro Garfias, Dámaso Alonso, Raúl Rangel Frías, José Alvarado, Pedro Reyes Velázquez, Germán Seijas, Christian Brunet, Agustín Basave Fernández del Valle, Gabriel Zaid, Luis Horacio Durán, Homero Garza, Hugo Padilla, Arturo Cantú, Alfonso y Jorge Rangel Guerra, Artemio Benavides, Ario Garza Mercado, Ramiro Garza y Carmen Alardín, Luis Astey, Manuel Rodríguez Vizcarra y Alfonso Rubio y Rubio. La lista es aún mayor, en realidad toda la intelectualidad de ese tiempo –principios de los cincuenta- se congregaban en torno a su recinto, a su amabilidad, y a su talento de librero culto, cuando en Monterrey no había aún suficientes espacios donde expresar las ideas y las actividades artísticas. En uno de sus escritos, Gabriel Zaid menciona que escogía los libros pensando en los posibles amigos lectores, en función de su intuición y a la vez conocimiento certero de las personas. Varias veces mencionó a sus amigos que uno de los mejores lectores que conocía en Monterrey era mi Padre el Dr. Ernesto Rangel Frías. Quiero también expresar que fue buen amigo de mi madre, la señora Romelia Domene de Rangel, y quien me comunicó conceptos muy bellos y emotivos.
Simultáneamente con Arte, A.C., -institución con la que colaboró intensamente,- fue de los primeros en exponer la obra plástica en el ámbito de su propia librería. Don Alfredo y Arte A.C., auspiciaron de verdad a los noveles pintores de entonces, hoy con fama y éxito, entre otros a Guillermo Ceniceros, Gerardo Cantú, Pablo y Jaime Flores, Guadalupe Guadiana, Rodolfo Rios, Alberto Cavazos, Saskia Juárez y muchos más. Alfredo, muy pronto, se constituyó, por vocación genuina, en promotor de las ideas y de las artes. “Arte y libros”, se llamó el segundo recinto que tuvo para dar sentido al ambiente de una ciudad donde se comenzaba a combatir contra el silencio vacío, el calor agotador y estéril, y el frenesí de la lucha por el dinero. Alfredo puso, desde muy pronto la voz de alerta y la actitud inteligente para contribuir, como pedía nuestro Pedro Garfias, -a que Monterrey en el futuro, no sólo se destacara por su riqueza sino que también la adornasen con el título de: “sensible y culta ciudad de Monterrey”. A que se cultivase más nuestra ciudad contribuyó con creces Gracia Vicente.
Siempre se mostró agradecido y generoso con nuestro país, nuestra ciudad y sus gentes. La mayor forma que tuvo para corresponder a la hospitalidad mexicana fue su entrega a las causas culturales, educativas y artísticas con extrema generosidad y sin distingos discriminatorios de ninguna especie. Siempre rodeado de jóvenes a quienes escuchó y alentó y ayudó de diversa forma, él mismo era siempre un joven y como tal vivió. En lo particular mi experiencia vital resultó enriquecida por su vocación universal y embellecida por su sensibilidad y carisma humanístico. Era de esas personas que nacieron buenas y finas y murieron finas y buenas.
En Barcelona, 1964, ciudad donde vivió y se educó don Alfredo, me recomendó con su hermano Emilio Gracia Vicente. Emilio no era tan culto como su hermano Alfredo, pero tenía una bonhomía y un corazón de oro. ¿Porqué decir de oro? Era un corazón humano de los más bellos y puros imaginables. Me llevó a un mercado de la ciudad que es una de mis apasionadas aficiones y como era comerciante de toda clase de gramíneas y hortalizas, íbamos por los andenes y él me explicaba los tipos y variedad mientras a la vez se echaba a la boca chícharos o habas crudas que masticaba con fruición.
También paseamos con uno de sus hijos, inteligente y muy parecido a su tío Alfredo, por las Ramblas, la Plaza de Cataluña y donde unas bandas tocaban alegres marchas, himnos y sardanas, cuyos sonidos agudos y vibrantes que producen las maderas de unos pequeños clarinetes, flautas y saxofones es para mi inolvidable; fuimos a otros sitios de interés, como el parque Montjuig, muy bello, en donde llegó de Grecia y que es un símbolo de paz, fraternidad y armonía, ya que los danzantes enlazan sus brazos y giran hacia un lado y a otro, realizan diversos pasos, se desatan y vuelven a formar la rueda.
Más tarde Emilio y su familia nos recibieron a comer en su casa, con sus hijos, en una sesión espléndida. Yo no he conocido a un pueblo más generoso y afectivo y noble que el español, como no sea el nuestro mexicano.
¡Pero se nos escapan de las manos y de los ojos las huellas del tiempo y luego es tan difícil reconstruir los momentos felices!
Un día nos encontramos en París, Alfredo y su esposa, cuando yo vivía allá en el año 1964 y me invitó al reencuentro con uno de sus queridos amigos de la guerra, refugiado en Francia. La alegría no pudo ser más plena al verse con Perico. Infortunadamente, de momento, no retengo su nombre completo.
Alfredo y su esposa María Luisa, de quienes siempre hemos recibido atenciones y cariño especiales, salieron de España al igual que Perico, salvo que los dos amigos fueron remitidos a un campo de concentración en una gélida playa de Francia, sin albergue alguno, cercada con tupido alambrón de púas y vigilada por hoscos guardias franceses. Tenían que cavar hoyos en la arena y guarecerse en ellos de la fría brisa marítima. Después de semanas así, mal comidos y con el dolor de la pérdida de España, Alfredo y María Luisa se embarcaron a México y Perico y su esposa se quedaron en Francia.
Muchos años después, no obstante cartas y alguna larga distancia ocasional, el gusto y la impresión de saludarse personalmente fue una dicha humana que compartí con los cuatro, los hijos de Perico ya de nacionalidad francesa estaban plenamente integrados al país, muchachos muy sanos y cariñosos, con estudio y con trabajos valiosos. Aún así, el poder de la tierra nativa y de la sangre seguía ejerciendo su buena influencia. Es impresionante cómo lograron todos salir adelante con una familia en paz.
Un día nos invitaron a almorzar, a mi esposa Olivia, a María Luisa, Alfredo y yo a su casa en un pueblito a una hora de París, para lo cual debimos tomar el Metro y luego otro tren. Pero recalcaron que llegásemos temprano porque la fiesta comenzaría desde las 10.30 de la mañana y así fue, comenzamos con jugos, café con leche, pastelillos franceses y los famosos cuernitos con mantequilla y mermelada, jamón y huevos fritos y una especie de vino blanco espumante, pariente de la champaña, que debe haber sido un Codorniú catalán.
La conversación era una algarabía, muy a la española y mexicana también. Recuerdos iban y venían, alegres y sombríos pues tocaban a veces las vicisitudes de la guerra. El apartamento, para las condiciones del espacio en Francia era de buen tamaño y pronto nos sentimos plenamente en casa. Pocas veces en la vida -salvo en Sicilia, Italia, con la familia del pintor Nino Cordio, en unas navidades inolvidables- he sentido yo mayor calor y amabilidad humanas.
Hacia la 1:30 p.m., comenzó la comida, una combinación de comida española y francesa al mismo tiempo. Cuando se tiene una cultura tan firme, tan clara, tan antigua y profunda, la herencia culinaria forma parte de la personalidad y de la vida diaria de un pueblo.
Se unieron a nosotros dos amigos españoles que vivía en el mismo edificio, uno de ellos sastre de oficio y ambos gente buena y cordial.
Nos sirvieron aceitunas españolas y jamón serrano, chorizo y morcillas, chipirones y sardinas y otros manjares de entrada, acompañados de manzanilla fría, oporto blanco o bien palomas de Pernod. Luego vinieron platos fuertes, como unas codornices en escabeche a la española, Quiche-Lorraine (tarta de queso y jamón) escalopas de ternera a la crema y papas a la francesa, espárragos naturales gruesos –que en Francia son exquisitos- con varios aderezos, ensalada y alguna cosa más que no recuerdo. Todo esto rociado con vinos generosos, un tinto de la Rioja, otro de Bordeaux, excelente, o muy fino blanco frío PouillyFuissé.
La conversación, las risas, los comentarios serios o chuscos, los cánticos iban y venían en torno a aquella excepcional compañía y mesa. A los postres vinieron repostería francesa, pero también turrones de Alicante, oporto rojo, anís español o un anisette del país, cogñac o buen brandy de España y finalmente champagne, acompañada de unas soletas muy finas y lascas de manzana. Todo aquello fue coronado con una opulenta tabla de quesos entre los que había: Brie, Camembert, Porsalut, Roquefort, Chevre revolcado en cenizas y un queso español de oveja que es una delicia, con pan baguette. Obviamente café. No hubo puro porque se me olvidó en París.
Como yo comí absolutamente de todo desde la mañana, me empecé a sentir un poco mal y sugerí un paseo. Nos fuimos varios caminando por una ladera del río Sena, muy verde y llena de hermosas arboledas. Perico nos explicó que no muy lejos de ahí estaba el famoso Verdún, escenario de la primera guerra mundial. Ya más oxigenados y despabilados por nuestra larga caminata, regresamos con el crepúsculo a su casa. Pensábamos retirarnos en ese momento pero insistieron en que nos quedáramos. Al rato, la esposa de Perico se fue a la cocina y empezó a cocinar algo. Luego llegó con varias tortillas de patatas y puso más morcillas y chorizo y aceitunas de las del mediodía y todavía insistió con un pastel de frutas que sacó del refrigerador y que ella había hecho. Más champagne también. Ya eran las 9:00 de la noche y seguíamos comiendo y bebiendo y escuchando grabaciones musicales de canciones de la guerra y otras. Más café y cogñac.
Es la sesión gastronómica más prolongada y copiosa que yo he pasado en mi vida. Y por poco y me cuesta la vida. La insistencia y la obsequiosidad de nuestros amigos fue tanta que yo hice mal en no moderarme y limitarla, debido al ambiente creado y a una supuesta cortesía y a cierta pose de gran comedor que impresionó a los demás comensales de aquella fiesta pantagruélica. Perico, muy a la española, echó la casa por la ventana, no siendo un hombre rico. Don Alfredo, en el ámbito cultural, también lo hizo y no obstante los achaques de su salud en los últimos diez años, no se quejó con reproche jamás ni se doblegó y siguió en su labor infatigable. No obstante mis diversos viajes, nunca he conocido yo un pueblo que coma más que el español.
Pero por lo visto, a veces, un exceso de bondad es malo, hace falta una dosis de egoísmo natural en el ser humano, que es pariente del instinto de conservación.
Cuando llegamos a París, más noche, no podía dormir. Me desperté con falta de respiración, sentí que se me paralizó el intestino, tenía el vientre inflamado y se aceleró mi pulso. Estaba próximo a una congestión. Salí a caminar al Boulevard Jourdan, frente a la Cité Universitaire, donde vivíamos y subí por él a lo largo del Parc Montsouris, que es bellísimo, lleno de colinas, arboledas y un lago con cisnes. Llegué hasta un Bistró que está casi en la esquina de la Avenida General Leclerc y pedí un pequeño Perrier (agua mineral) que súbitamente se evaporó en la volcánica ebullición de mi estómago. Bebí otro y descendí por el Boulevard más aprisa y respirando hondo. Volví hasta el Bistró unas tres veces pidiendo más Perrier, en la última vez el encargado ya no esperó la petición, sacó un Perrier y presto a abrirlo me preguntó “ éun autre Perrier, monsieuré”.
Pero el bello recuerdo de aquel día ha perdurado conmigo para siempre. ¡Qué gratos recuerdos me dejó don Alfredo Gracia Vicente!.
Un día recibimos una invitación de mis primos, los González Domene de Torreón, Coahuila. Ernesto, Alberto y Carlos. Corrían los años a inicio de los setenta. Se trataba de acudir a sembrar un árbol para cumplir Yo una «manda poética» que le hice al gran poeta y amigo nuestro Pedro Garfias, en el texto elegía <<La Rebelión de la Palabra>>, poema que le dediqué en su fallecimiento y publicado hacia septiembre de 1967 en El Heraldo de México de la Capital, donde yo vivía entonces y donde se lee:
«
Te digo adiós con la promesa
de amarte hasta el olvido
hasta que ya no te recuerde y seas todo presencia,
Hasta que cada nota tuya sea una sílaba en mi acento
y puedas contemplar conmigo las flores y los campos,
los campos dorados de Sevilla, las torres de Ecija.
Yo te prometo, hermano, sembrar
un árbol con tu nombre
y elevo esta oración porque te guarden
la primavera y las estrellas…»
Se incorporó a tan insólita expedición nuestro amigo Arq Manuel Rodríguez Vizcarra, quien conducía el coche. En el asiento delantero don Alfredo y yo en el de atrás. Como sobraba espacio a mi izquierda me proveí de una tabla, cuchillo filoso, aceitunas, tomates, botellita de aceite de oliva, botella de vino tinto y jamón serrano de Tadeo Laguarda, un queso y pan francés. En vez de pararnos por ahí en alguna fonda del camino, optamos por almorzar en el coche y servirles yo unas tortas de jamón serrano y lo demás. A Manuel se le privó del vino pues conducía el auto.
Alfredo comentaba muy contento que él nunca había comido jamón serrano y vino de Tadeo ¡ …a ciento veinte kilómetros por hora rumbo a Torreón, Coahuila.. ! Yo le contesté que todo era producto de seis poetas locos, inventores del evento, ya que al igual que nosotros también mis primos estaban medio locos. Con aquella locura que da a quienes se enamoran de la música y de la poesía. Alfredo Gracia, no obstante ser un hombre serio, en lo que debe tomarse con seriedad, era también una persona muy alegre y con buen sentido del humor, tanto que aceptó ir hasta Torreón dos días sólo con ese propósito.
Cuando llegamos a nuestro destino ya nos esperaban ansiosos mis locuaces y queridos primos González Domene..
… Intermedio …
Gracias a ‘Emmanuel Pool’ en YouTube;
Sale la luna y se mete el sol. Ernesto González Domene.
Subido el 30/11/2011
El canto cardenche es un género de la música popular mexicana basado en la composición e interpretación de canciones únicamente interpretadas con la voz, sin instrumentos musicales a manera apoyo rítmico-armónico como sucede con casi todo el resto de la música popular mexicana. Se realiza por campesinos de las poblaciones de Sapioriz, Durango y La Flor de Jimulco, Coahuila, en la Comarca Lagunera aunque parece que el único lugar donde se conserva viva la tradición es Sapioriz. Su nombre proviene de una cactácea que al penetrar en la piel es muy dolorosa y que lastima mucho más al intentar extraerla por tener filamentos pequeños que se abren al sacarla; la metáfora se debe a que las canciones cardenches son compuestas e interpretadas con dramatismo y están llenas de melancolía y se refieren mucho a la temática del «mal de amores».
Ésta canción es interpretada por el Conjunto de voces de Torreón, liderado por Ernesto González Domene, marrana; Jaime de Lara Tamayo, segunda voz; Alberto González Domene, tercera voz y Carlos Gonzáles Domene, arrequinta.
… Continuación …
Como son maestros en preparar eventos culturales, fiestas y comidas, nos llevaron a un restaurant «Los Sauces», de sus amigos, muy bonito lugar. En uno de los patios con jardín tenían hecho un buen pozo y buena tierra y el árbol. Además, una placa de metal montada en un poste de acero y en la cual se lee una inscripción con el primer verso de uno de los más bellos poemas que escribió Garfias: «Yo he conocido a un árbol, / que me quería bien…» . Se leyó el poema completo y hubo otras palabras.
Una vez puesto el árbol todos alternamos con la pala a sembrarlo mientras los periodistas tomaban fotos para una reseña y otras gentes presenciaban el acto. Entramos luego al restaurante, donde comimos y pasamos una tarde espléndida llena de música y poemas. Como mis primos todos cantan, tocan la guitarra, componen canciones y poemas –y yo alternaba con ellos- la sesión se prolongaba en una verdadera fiesta de arte, sobre todo cantando con el arte de la conversación de Alfredo Gracia. Uno de mis primos recitó completo, de memoria, el poema «Idilio salvaje» de Manuel José Othón e hizo una reseña de su vida y del paisaje aledaño que vio y vivió el gran poeta. Alfredo quedó muy complacido de todo y agradeció siempre a mis primos sus atenciones, con recuerdos afectuosos.
Ha sido un privilegio que se quedara con nosotros en Monterrey. Yo creo que la mejor manera de honrarlo y agradecérselo es conservar su memoria y leerlo. Yo Propongo al Consejo Cultural de Nuevo León, A.C., en colaboración con la Universidad Autónoma de Nuevo León, que se reúnan todos sus textos en un solo volumen, clasificado por materias y ordenado cronológicamente con un índice temático, incluidos sus Apuntes de Estética que publicara la Facultad de Ciencias de la Comunicación de nuestra Universidad. La Secretaría de Extensión y Cultura de nuestra mencionada Universidad, publicó un libro con varios ensayos de Gracia Vicente. Hay también varios textos inéditos de presentaciones que hizo en el Centro Cultural de Arte A.C. dentro del <<Recinto literario Alfonso Reyes>>, como fue el quinto evento allí de mi poema <<Rapsodia del Nuevo Reino de León>> el 5 de Octubre de 1989. Y además otros escritos periodísticos que sabemos publicó, las presentaciones que hizo de sus amigos pintores en los catálogos o folletos de las exposiciones, los prólogos que escribió para mis libros de poesía, así como aquéllos sobre otros de mis colegas poetas; y está una entrevista que me hizo en mi casa, para la televisión, sobre toda mi obra poética y en seguida otra entrevista, allí mismo, a la poeta Leticia Herrera. Entiendo que hay otras entrevistas en televisión y que es importante reunir en la edición propuesta. Asimismo, su presentación reciente al libro de ensayos “La Cuarta Presencia” de Alfonso Rangel Guerra; Y los demás textos y conferencias o pláticas sueltas que puedan encontrarse entre sus papeles, e incluir en el mismo tomo una biografía que sé lleva avanzada una sobrina de Alfredo a la que podrían agregarse algunas fotografías de juventud y de madurez que sean de interés y que nos facilite su familia, para rescatarlo de la provisionalidad y de la dispersión que son signo de nuestro tiempo y hacer más perdurable su presencia.
Crea un gran silencio con su partida, y nos va a hacer falta, pero todos podemos seguir hablando con él por sus obras y su ejemplo.
Un día Alfredo me preguntó “¿Qué es lo que dejamos por nuestro paso por este mundo?” “Dejamos a otros nuestra imagen, nuestro recuerdo”.
Con motivo de dicho comentario yo escribí hace tiempo un pequeño poema;
¿Qué es lo que queda en pié?
Ni la sangre, ni la carne, ni los huesos.
Lo que queda
es el recuerdo.
*****
Piedra del Tiempo.
Por; Alfredo Gracia Vicente.
(1910 – 1996)
Te veo, me asombro y no te escucho.
Eres el gran silencio del mundo.
Tu voz es tu presencia multisecular
y sin límites.
En ti se mira y se mide la especie
de los hombres; En ti saciamos
nuestra sed de tiempo.
Tú, que has visto nacer a todos los
que fueron y somos, ayúdanos a vivir
en paz, tolerancia y amor.
*****
Pedro Garfias, Pastor de Soledades.
( 1901-1967)
( A dos meses y ocho días de su fallecimiento. )
Por Alfredo Gracia Vicente.
En 1916 falleció Rubén Darío. Consigo se lleva su inefable colección estética de cisnes, príncipes, Dianas, pedrería rara y ciudades orientales tan diestramente en su gloriosa poesía. El fin de Darío es el fin del modernismo. No importa qué tan profunda huella deje en la historia literaria: los días del modernismo, considerado como escuela, se acaban con Rubén.
En 1918 termina la Gran Guerra. Por toda Europa soplan aires revolucionarios: cambian las estructuras sociales, se derrumban poderosas monarquías, se desvanecen imperios que parecían asentados sobre gibraltares, advienen nuevos países a la opulencia y a la hegemonía mundial, los viejos valores se agrietan y donde la fe reinaba se establece el mandato de la duda; el proletariado viene a constituirse en una fuerza mundial con la que ya siempre más habrá que contar; la industrialización se acelera y cambia la faz de las naciones; todo lo que guarda aspecto decimonónico es calificado como caduco y es sentado en el banquillo de los acusados como culpable de mil presentes desventuras. Los viejos gobiernan aparentemente pero los jóvenes, en auténtica rebelión, dicen la última palabra en el proceso vital de las sociedades. El mundo vive una revolución a la que no escapan –naturalmente- los ideales artísticos. Lo nuevo en este campo se llama futurismo, dadaísmo, cubismo, expresionismo, creacionismo…
España se ha librado de la guerra pero los pirineos no son tan altos como para impedir que lleguen a su solar las corrientes renovadoras. Cuentan allí con señeros prestigios como Unamuno, Azorín, Machado, Ortega, Baroja, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna…Ya en ellos hay mucho de lo nuevo. Entre estos que nombramos están los del 98. También ellos hicieron de una suma de desengaños una revolución. Algunos de estos nombres podrían figurar al lado de los más brillantes y jóvenes nombres europeos: Ramón ya hace muchos años que ha traducido y publicado la “proclama futurista para españoles” de Marinetti; Juan Ramón Jiménez se desenvuelve en permanente evolución creadora y perfeccionista.
En 1918 llega a España procedente de París, el fino y destacado poeta Chileno Vicente Huidobro. Les lleva a los jóvenes españoles muchas y grandes sorpresas. Suena a maravilloso eso de que en vez de explicar la rosa “se la debe hacer florecer en el poema”; que el poeta es “como un pequeño Dios”; que hay que hacer los poemas “como la naturaleza hace los árboles” suena a divino mandato lo de que la condición del poeta es crear, luego crear y después crear, siempre crear; suena a grandeza demiúrgica lo de que “una obra de arte es una nueva realidad cósmica que el artista agrega a la naturaleza y que debe tener, como los astros, una atmósfera suya más que una fuerza centrífuga y otra centrípeta”.
Huidobro, patriarca sudamericano del creacionismo, conmovió a los más jóvenes poetas españoles de manera que para ellos todo lo anterior a su tiempo huele a polilla, resulta viejo, viejo, viejo; quien más quien menos, desea sacudirse los restos del romanticismo y modernismo que le hayan podido quedar de los repliegues de su alma. Ahora hay que ser ultraromántico, hay que ir más allá, estar al día, marchar hacia adelante con la rebelde juventud europea.
La expresión española de esta inquietud, de esta auténtica conmoción juvenil, es el ultraísmo y la primera manifestación pública del movimiento ultraísta ve la luz en la prensa de Madrid el 19 de febrero de 1919 en una proclama que se ha hecho famosa y que dice así:
U L T R A
Los que suscriben, jóvenes que comienzan a realizar su obra, y que por eso creen tener un valor pleno de afirmación, de acuerdo con la orientación señalada por Cansinos-Asséns en la interviú que en diciembre último celebró con él X. Bóveda en EL PARLAMENTARIO, necesitan declarar su voluntad de un arte nuevo que supla la última evolución literaria: el novecentismo.
Respetando la obra realizada por las grandes figuras de este movimiento, se sienten con anhelos de rebasar la meta alcanzada por estos primogénitos y proclaman la necesidad de un ultraísmo, para el que invocan la colaboración de toda la juventud literaria española.
Para esta obra de renovación literaria reclaman, además, la atención de la prensa y de las revistas de arte.
Nuestra literatura debe renovarse, debe lograr su ultra, como hoy pretenden lograrlo nuestro pensamiento científico y político.
Nuestro lema será ULTRA y en nuestro credo cabrán todas las tendencias sin distinción, con tal de que expresen un anhelo nuevo. Más tarde estas tendencias lograrán su núcleo y se definirán.
Por el momento creemos suficiente lanzar este grito de renovación y anunciar la publicación de una revista que llevará este título de ULTRA y en la que sólo lo nuevo hallará acogida.
Jóvenes: rompamos por una vez nuestro retraimiento y afirmemos nuestra voluntad de superar a los precursores.
X. Bóveda – César A. Comet – Fernando Iglesias – Guillermo de Torre – Pedro Iglesias Caballero – PEDRO GARFIAS – J. Rivas Panedas – J. de Aroca.
Un superficial análisis del documento establece;
1º. Que representa una afirmación de juventud.
2º. Que los jóvenes que suscriben aceptan el magisterio de Rafael Cansinos-Asséns, crítico, novelista, ensayista, y traductor de renombre, de espíritu progresista y que, en la hora del manifiesto, con treinta y cinco años escasos, doblaba la edad a varios firmantes.
3º. Que esta “nueva ola” de 1919 siente un profundo respeto –no siempre refrendado con actos- por aquellos a quienes desea suplir con su nuevo arte.
4º. Que el ULTRA, más que una escuela, aspira a ser un cauce por donde discurran diferentes matices de una sustancia nueva.
5º. Que opera una voluntad de salir al campo de la literatura española amparándose en el escudo de la revista ULTRA, reflejo a la vez de su ambicioso lema y motivo para que todos los que se sientan jóvenes salgan de su retraimiento.
Así nació el ultraísmo, con un certero nombre que el mismo Ortega elogió, un movimiento que firmaron gentes casi ignorados y al que se sumaron sucesivamente ilustres nombres de toda nuestra área idiomática.
El ultraísmo es tan efímero como eficaz en la acción. Para 1922 puede decirse que ha dejado de existir como movimiento, mientras que por otra parte, aún hoy la poesía castellana se beneficia con muchas de sus innovaciones técnicas: sus imágenes directas, las suaves sugerencias temáticas, cierto indevelable misterio de la acción poética, sus audacias lingüísticas y fonéticas, el abandono de los elementos tradicionales del verso, el menosprecio de la usual puntuación ortográfica, la exaltación de las cualidades visuales en perjuicio del ritmo y de la rima, la intrusión de vocablos hasta entonces considerados ajenos al campo artístico, la insólita presentación formal del poema, un expreso antiacademismo y el cambio de la inspiración clásica por la que brindan al poeta los nuevos elementos de la civilización tales como el aeroplano, el automóvil, la dínamo, etc. etc.
No todo lo anterior es ultraísmo y solamente ultraísmo. Pero es evidente que el movimiento ultraísta contribuyó, gracias al ardor juvenil de sus representantes, a remover obstáculos y a mejorar el ambiente estético español e hispanoamericano dejando paso franco a las más modernas corrientes europeas.
El ultraísmo cumplió tanto una labor informativa como creadora. Realizó una misión de “aggiornamento” – permítaseme usar esta palabra en boga- por medio de sus numerosas revistas en las que se divulgaron las novedades que entonces como ahora, llegaban principalmente de París; las obras del ultraísmo se encuentran –sobre todo- dispersas en esas publicaciones periódicas que supieron recoger el espíritu de los escritores que –adheridos o no- se sentían dentro del movimiento. De los firmantes del primer manifiesto, el que hemos reproducido, solamente retenemos dos nombres: el del ilustre crítico e historiador de la literatura, don Guillermo de Torre y el del poeta recientemente fallecido (el 9 de Agosto de 1967) y que va a ocupar nuestra atención en esta plática: Pedro Garfias Zurita, Pedro Garfias, Garfias, Pedro.
Inútil buscar su nombre en las antologías; la mayor parte de las historias de la literatura española no lo mencionan siquiera; las más extensas le dedican tres o cuatro renglones; el Diccionario de Literatura Española de la Revista de Occidente lo incluye en una lista de “poetas españoles contemporáneos”. Gloria Videla, en su libro EL ULTRAISMO –Madrid 1963- reconoce la parte de Garfias en el desarrollo histórico del movimiento ultraísta y, finalmente, el Diccionario de escritores mexicanos de la UNAM le dedica una breve ficha, bienintencionada ficha, más extensa que exacta.
En estos últimos años –época mexicana de Pedro- no es difícil encontrar algunas referencias al carácter y a la obra del poeta entre ellas un conmovedor retrato homenaje que le hace otro poeta español en México, Juan Rejano, la biografía estudio que el celo de la amistad y el fervor de la admiración le dictan al historiador regiomontano Santiago Roel, hijo, y la hermosa cita que hace de él Gabriel Zaid en la poesía, fundamento de la ciudad (Poesía en el Mundo, Monterrey, México, 1963.)
Ahí queda consignado todo o casi todo lo que se ha dicho sobre Pedro Garfias. Y sin embargo, nos encontramos ante una eminente figura de la poesía española contemporánea, posición que alcanzó el que fuera adolescente firmante de aquel manifiesto ultraísta de 1919, a fuerza de caminar por las más secretas vías del amor y del dolor humanos hasta recalar en el puerto de la absoluta soledad.
Pedro Garfias Zurita nació en Salamanca el 20 de mayo de 1901; a los pocos meses de nacido lo llevan a vivir a Osuna, en la provincia de Sevilla; en Osuna se crió y aprendió las primeras letras; cursó el bachillerato en Cabra, provincia de Córdoba; luego, por algunos años, su vida transcurre entre Madrid y su Andalucía. Porque Garfias es un claro andaluz nacido en Castilla. Que nos disculpen quienes piensan que solamente es austera y seria la tierra de Castilla. En España, lo hondo, jondo, es precisamente andaluz. A Pedro le bastan Córdoba y Sevilla para alcanzar un luminoso y elevado sentido del mundo, una actitud vital de signo poético, refinada sensibilidad y equilibrado señorío.
Por estos tiempos compuso Garfias sus primeros versos, cuentos y aun argumentos dramáticos. Pocos de estos trabajos conocieron la letra impresa, que les hubiera dado larga vida. El poeta los guardaba celosamente en su prodigiosa memoria. A veces cedía a sus oyentes las dichas prendas de su imaginación. Pasado el asombro de los amigos, volvía Pedro a recogerlas y a retenerlas pensando que algún día les daría libertad y difusión.
En 1916 en las revistas LOS QUIJOTES y CERVANTES aparece ya como colaborador el nombre de Pedro Garfias. En 1919, como antes dijimos, firma el manifiesto ultraísta y en el mismo año, en la revista GRECIA de Sevilla, como si desease responder del compromiso contraído, escribe:
Pienso hacer un poema
un poema desnudo,
ultraísta,
con lo más íntimo y lo más virgen de mi alma.
También en 1919, en una fiesta del ULTRA celebrada en la capital andaluza, dijo Pedro Garfias:
… … … … … … … … …
Alcemos nuestra frente a las estrellas
abramos nuestros ojos a la vida
que ha de darnos la imagen nueva…
tendámoslos al ultra de las colinas frescas,
al más allá
sin horizontes ni fronteras.
Un año después, en 1920, Pedro Garfias decidió celebrar solo en el altar del ultra y se presentó a decir sus versos en el ateneo sevillano logrando lo que él y sus amigos llamaron un nuevo éxito de incomprensión.
Garfias participa en la redacción de las revistas ultraístas ULTRA y TABLEROS y acepta la dirección de la más renombrada publicación de la época, HORIZONTE, que en sólo cuatro números, que vieron la luz entre el 15 de noviembre y el 30 de diciembre de 1922, recogió trabajos de numerosos escritores que ya entonces eran famosos o que luego adquirieron notoriedad tales como Rafael Alberti, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, José Moreno Villa, Benjamín Jarnés y Luis Buñuel, entre otros. Estos cuatro números de HORIZONTE y el glorioso elenco reunido, constituyeron siempre uno de los más legítimos timbres de orgullo de Pedro Garfias.
Para que se advierta la importancia que HORIZONTE llegó a tener, reproduciremos aquí unos párrafos del libro de memorias de Rafael Alberti titulado LA ARBOLEDA PERDIDA:
Había salido por aquellos días una nueva revista; “Horizonte”, más serena, más apaciguadora. Un arco iris tras el aguacero ultraístico. Su director era un nuevo poeta; Pedro Garfias, sevillano de Osuna, señalado, junto a Gerardo Diego, como una de las grandes promesas del momento. Como siempre, fue al propio Juan Chabás a quien debí la visita del andaluz, recibido también en mi “heladera”, menos gélida que de costumbre, pues ya los aires primaverales andaban rondando las ventanas. Garfias oyó con atención los poemas que, a requerimiento de Chabás, dije sin más preámbulo. Su comentario fue rotundo, decisivo en mi vida: -Dame los tres que más te gusten para el próximo número de “Horizonte”.
Aquella noche no dormí y hasta que, varias semanas después no tuve la revista entre mis manos, fue grande mi desasosiego. ¿Publicaría Garfias los poemas? ¿Se arrepentiría, encontrándolos malos al releerlos? Nada de esto sucedió pues aparecí en el tan ansiado número junto a la Baladilla de los tres ríos de García Lorca y unas breves canciones de Antonio Machado. Aquel nuevo “Horizonte” sabía responder a su título. (ALBERTI, Rafael: La arboleda perdida, Buenos Aires, 1959, pp.157-B)
En 1923, ya extinguido prácticamente el movimiento ultraísta, Pedro Garfias va a vivir a Ecija con su familia (aún hoy reside allí su hermana María con su esposo y la numerosa prole que han cosechado) dejando a Madrid sin terminar la carrera de abogado con cuyo título Pedro hubiera hecho feliz a su padre.
En 1926 publica en Sevilla su primer libro EL ALA DEL SUR. En él recoge poemas compuestos en el período ultraísta entre 1918 y 1923; sus líneas son de una gran serenidad y en sus versos se advierte la delectación que el hombre siente por su paisaje, el gozoso disfrute del hogar, un amor acariciante por la propia tierra y la casta presencia de la mujer andaluza, cuya voz embelesadora tiene “calor y ritmo de paloma”.
Pese al suave tono del libro, el poeta presiente su drama cuando dice cual un polluelo estremecido que buscase amparo bajo su madre:
… … … … … … … … …
Y abro los ojos.
Un cielo asfaltado, frío, de gran ciudad,
y un airecillo vivaz y desnudo como un pilluelo.
A mi alrededor
extendida por todo el mundo
una gran soledad.
Mi corazón temblando bajo el ala del sur.
La línea ultraísta de El ALA DEL SUR se adelgaza más y más en ACORDES y en RITMOS CONCAVOS, en cuyos poemas Pedro Garfias consigue una gran pureza formal sin perjuicio de la más espontánea emotividad.
Sus imágenes rutilantes:
El sol ha tendido su red
Mi corazón. Mi corazón
es un pez rojo entre las mallas
… … … … … … … … …
Alternan con las más dulces notas sentimentales:
… … … … … … … … …
Ni una hoguera en la noche
para mis pobres sueños ateridos
… … … … … … … … …
Mi corazón iba de pecho en pecho
Pájaro perdido.
La primera fase poética de Pedro Garfias termina y culmina con ROMANCES y CANCIONES. Esta obra es, al mismo tiempo, la liquidación personal de los más superficiales aspectos del ultraísmo.
Compárese la frivolidad innovadora de estos versos de Garfias:
Enlazadas del talle
las horas se deslizan
por el skating de la mañana
Con estos otros, de dramática textura:
Tengo la frente henchida
de trinos y de estrellas
y ha brotado hojas verdes
mi voz, ardida y seca
O esta acicalada imagen ultraísta de la primavera:
Las flores pulsan sus cuerdas
y los niños
ruedan las horas
como aros
Con la oscura belleza de esta cabecera de romance:
Se lamenta y se lamenta
atado a la noche el viento.
En 1927 se celebra en España el tercer centenario de la muerte de Góngora. La idea de un homenaje no sale del ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes ni de la Academia de la Lengua (Real) –recordemos que España se encontraba entonces en situación parecida a la actual, bajo una dictadura- la idea del homenaje al ilustre Cordobés salió como por arte de magia poética de la mesa de un café madrileño a cuyo alrededor se encontraban sentados Rafael Alberti, Pedro Salinas, Gerardo Diego y Melchor Fernández Almagro. Los logros positivos del homenaje fueron muchos y muy fecundos y el mayor de todos –nos cuenta Alberti- resulta de ver las cómicas cosas que se decían de Góngora antes del homenaje comparadas con las que dijeron después, serias y revalorizadoras.
Pedro Garfias fue uno de los poetas invitados a participar en esta especie de festival Góngora. Pedro escribió en su vida unas docenas de poemas ocasionales y entre ellos hay algunos verdaderos aciertos. Pedro –y esto es otra cosa- dedicó muchos de sus poemas más bellos a sus amigos. Era para él una forma de otorgar, a parte el don del poema, del que todos disfrutamos, una singular ofrenda a la persona objeto del homenaje. Esto es lo que hizo con su poema a Góngora, titulado ROMANCE DE LA SOLEDAD. Esto no es un poema ocasional glosando las Soledades de Góngora, ni la soledad de Góngora en él, ni la soledad de Góngora en sí misma, apenas insinuada en estos versos de don Luis:
Pasos de un peregrino son, errante,
cuantos me dictó versos dulce musa:
en soledad confusa
perdidos unos, otros inspirados…
EL ROMANCE DE LA SOLEDAD de Pedro Garfias que luego presentaremos, es un presagio de sus propias soledades, la patética aceptación de un hombre que, orgullosamente se dispone al desamor de sus semejantes.
Entre la primera y la segunda etapa de la poesía de Pedro Garfias media un vacío profundo.
Desde ese impresionante ROMANCE DE LA SOLEDAD, pórtico de la grandeza de Pedro, hasta su CAPITAN JIMENO, himno y bandera, hay un silencio de más o menos diez años. Sería muy interesante estudiar este silencio pero nos resulta también interesante y mucho más fácil estudiar la voz de Pedro en esta segunda etapa de su poesía.
En 1936 estalla la guerra de España. No, no les voy a contar nada de ella. Ustedes saben lo que pasó. Hay más de seis mil libros sobre nuestra guerra. Y un millón de muertos que siguen hablando de sus batallas. No les voy a contar más sino que Pedro bajó desde el primer día –él, pastor de soledades- desde sobre sus montes hasta el campo bélico que poblaban los milicianos defensores de la República Española.
Hizo la guerra con versos y la ganó.. Su libro POESIAS DE LA GUERRA DE ESPAÑA, casi treinta años después de escrito, nos da el retrato vivo del soldado republicano, de la mujer española en lágrimas, del niño de risa clara muerto por el avión fascista, de la cólera del poeta que a la orilla del mar de Valencia y a la mitad de la guerra, piensa que no quiere ser guerrero, de ese confuso Jimeno, capitán de bandidos y soldados…
Con los poemas de la guerra de España ganó Pedro Garfias el Premio Nacional de Literatura de 1938 justamente otorgado por un jurado que componían personalidades tan distinguidas como Tomás Navarro Tomás, Antonio Machado y Enrique Díez Canedo.
A la segunda etapa de la poesía de Pedro Garfias pertenece también el libro medular de toda su obra, el titulado PRIMAVERA EN EATON HASTINGS. Fue escrito en Inglaterra a donde fue a parar Pedro Garfias a raíz de la pérdida de España, durante los meses de abril y mayo de 1939. A fines del mismo año se publicó en México en la sección Tezontle del Fondo de Cultura Económica.
Veintitrés años después, en 1962, a manera de homenaje a su autor, la editorial Era produjo una segunda edición, hoy totalmente agotada; contribuyó a la belleza de esta edición el arte de cuatro pintores amigos; Arturo Souto, Antonio Rodríguez Luna, Vicente Rojo y Alberto Gironella.
No se corre mucho riesgo al formular este juicio: PRIMAVERA EN EATON HASTINGS es el mejor poema del destierro español. De viva voz se lo hemos oído expresar al eminente crítico Dámaso Alonso, notable poeta él mismo, sabio historiador de nuestra literatura y el más riguroso analista del género en lengua española.
PRIMAVERA es el libro de la plenitud de Pedro Garfias. Verso a verso, con sólo cuatrocientos dos versos, escribe un canto conmovedor, expresión depuradamente estética de la más intensa melancolía. El poeta escribe con el corazón ardiendo en nostalgia, al dictado de sus ojos, cuyas pupilas reproducen única e inevitablemente la naturaleza de su amada Andalucía. PRIMAVERA es poesía pura, es decir, emoción pura, en versos trabajados amorosamente, extendidos armoniosamente como si el autor quisiera pintar con llanto y sueño el triunfo del olivo y de la espiga, usando como fondo para su cuadro, el verde césped inglés.
Termina esta frase de la poesía de Pedro Garfias con una breve pero vigorosa obra titulada ELEGIA A LA PRESA DEL DNIEPROSTROI, puño alzado del poeta en gesto de solidaridad con los hombres soviéticos que resistían el acoso nazi. La obra se publica en México en 1943.
En julio de 1939 a bordo del SINAIA arriba Pedro Garfias a México, país que llegó a ser su segunda y amada patria. Transcurren veintiocho años que hubieran podido ser felices para cualquier hombre que no fuera Pedro Garfias. A fuerza de ser sinceros creemos que Pedro no disfrutó de cierto sosiego más que durante el período de cuatro o cinco años, de 1942 a 1948, que vivió en Monterrey al cobijo de la Universidad nuevoleonesa que ofreció al poeta un trabajo digno y la amistad de sus nobles gentes. Fue éste un tiempo en que Pedro disfrutó de algo muy parecido a un hogar ordenado. Lo recordamos en un piso alto de la casa número 725 al sur de la calle Zaragoza, lo que quiere decir que todavía daba a sus piernas órdenes de subir o de bajar y éstas obedecían aunque fuera con torpeza. Vivía allí con Margarita, su mujer, y con una pareja de hermosos perros y una preciosa gata a la que quería en demasía, si es que puede haber demasía en algún querer.
Esta elemental organización suponía un tesoro de reconstrucciones. Pero se fue desvaneciendo poco a poco mientras Pedro viajaba por Torreón, Chihuahua, Guadalajara, Tampico, Veracruz, Puebla, Pachuca, México y otras muchas poblaciones más. -¿En qué orden?- Da lo mismo. Barajen ustedes los nombres de todas las ciudades de México y tal como queden digan que en ellas estuvo Pedro Garfias en este o aquel año. Resultará cierto o casi cierto. No podríamos decir que todos los años salía Pedro de viaje porque la verdad es que siempre era viajero en alguna parte y permanecía más tiempo allí donde se quedaba varado –era su palabra- por causa de alguna miseria física o económica. ¡Veintiocho años! ¡Toda una vida! Tanto tiempo se necesita para quedarse solo, cara a la cara de Dios y alcanzar el silencio definitivo.
Si Pedro Garfias no hubiera sido Pedro Garfias lo habríamos podido conocer llevando una agradable vida burguesa con horarios fijos y problemas fáciles labrando para sí esta muerte nuestra de trabajo, previsión y dote para los hijos.
Pedro Garfias, a lo largo de una vida dura labró el monumento de su soledad.
Fluyen sus versos de un negro manantial de penas y así, de poema en poema, de agonía en agonía, van a consumirse en una ambición de luz y certidumbre de nada.
Tres libros constituyen esta tercera etapa de la poesía de Garfias: DE SOLEDAD Y OTROS PESARES, VIEJOS Y NUEVOS POEMAS y RIO DE AGUAS AMARGAS. Aparte, quedan sin recoger en libro unas docenas de poemas que se salvaron gracias a algunas revistas mexicanas y a los suplementos culturales de NOVEDADES y SIEMPRE. DE SOLEDAD y OTROS PESARES fue publicado por la Universidad de Nuevo León en 1948. En sus dos primeras partes recopila obra anterior de Pedro. En la última están los poemas inéditos. En dos tercetos el poeta nos dice de su vida y su obra en este tiempo:
… … … … … … … … …
Con temblorosa, ávida mano, un poco
de sombra y luz, moldeo, esculpo, acuño,
de la vida inmortal que no he vivido.
Vengo, voy, retrocedo, avanzo loco,
mientras pretendo retener a puño
la sombra de la sombra de un olvido.
Significativo es el título de los cuatro sonetos que cierran el libro, a los cuales llama colectivamente UMBRAL DE LA MUERTE. El poeta quisiera ya desprenderse de su propio cuerpo,
… … … … … … … … …
Traspasar los umbrales de la muerte
y hundirme poco a poco en el abismo
sin fondo, sin orillas y sin eco.
VIEJOS Y NUEVOS POEMAS se publicó en México en 1951. Es también una antología con cuatro poemas nuevos uno de ellos dedicado a Manolete y los otros tres dentro de la línea de infinita nostalgia que rige su estro poético. La edición de VIEJOS Y NUEVOS POEMAS estuvo al cuidado de Juan Rejano quien escribió un prólogo ya famoso, un retrato de Pedro trazado con rasgos apasionadamente artísticos y exactitud pasmosa. De este retrato, el mismo a que anteriormente nos hemos referido, son estos fragmentos:
De oscuro pájaro ganchudo la faz, reverso insólito de un alma luminosa, melancólica, manadora de sueños, como la sepultada estrella de la niñez; revuelta, hirsuta la melena de cansado león sobre una frente organizada para los pensamientos que con la virgen ternura se humedecen…
… … … … … … … … …
coleccionista de noches universales, de esas noches calumniadas en que el poeta crece sobre el césped de los jardines brumosos… disecador de lunas ásperas… ciego sin lazarillo y sin perro… pontífice mudo del cante hondo… una rama de olivo le signó la frente, un clavel negro le traspasó la piel.
En Guadalajara, Jalisco, en 1953, hace catorce años, se publica el último libro de Pedro Garfias, RIO DE AGUAS AMARGAS. Después de esta obra, unos cuantos poemas y es todo. En realidad el poeta está muerto. Queda Pedro Garfias Zurita, un hombre bueno, fundamentalmente, esencialmente bueno, un hombre bueno en el buen sentido de la palabra bueno, anheloso siempre de compañía y amor. Errabundo, triste, enfermo, ya no viajará, rodará por los caminos de México, caerá en sanatorios para levantarse hasta los sórdidos hoteles y vivirá también su muerte física apurando un inmenso cáliz de aguas amargas.
Pero el poeta cumplió su obra. El monumento a la gris majestad de la soledad está acabado. Ni una lágrima de sus versos que no queme, ni un dolor que no brote directamente del corazón, del propio manantial del dolor.
Al proponernos hablar de Pedro Garfias en esta reunión tratamos de documentarnos sobre el concepto de la soledad y sus distintos aspectos y definiciones; hallamos que es un tema frecuentado en todos los tiempos por los más sensibles poetas líricos; nos encontramos, ineludiblemente, con el célebre estudio de Karl Vossler; y llegaron misteriosamente hasta nuestros oídos los ecos de las soleares flamencas, tan sentidas por Pedro. Tomamos numerosas notas y las rehusamos todas inmediatamente.
¿Para qué las queríamos si la soledad se llama Pedro Garfias?
Cambiamos de propósito y optamos por ofrecer a Ustedes esta presentación de Pedro Garfias con unas cuantas generalidades sin más pretensión que la de aclarar la significación del singular artista andaluz en la lírica española contemporánea.
Nos hemos limitado a precisar la indivisibilidad entre Garfias y su palabra, la personalidad intolerablemente firme del poeta, de firmeza intolerable y perjudicial para sí mismo, para el ente social que hubiera podido ser, su incapacidad de adaptación a las formas establecidas y la incapacidad de éstas para asimilarlo a él, características que determinaron, al tiempo que su miseria física, la grandeza de su soledad.
El nueve de Agosto de 1967, a las ocho y media de la noche
-Me gustaría
que fuese tarde y oscura
la tarde de mi agonía-
falleció en el Hospital Universitario de la Ciudad de Monterrey, N.L., México, el gran poeta Pedro Garfias. Las manos tranquilas de un enfermero cerraron sus ojos. No tuvo últimas palabras, pues aún vivo, hacía tiempo que había entrado en el reino del silencio.
Monterrey, N.L. México, 17 de Octubre de 1967
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‘Acá D’ este lado’
Por Alfredo Gracia Vicente.
Queridos amigos: Hubiera querido estar con ustedes en la inauguración del Centro de Cultura Popular mexicanísimamente nombrado Acá de este lado. Un compromiso previo e ineludible me lo ha impedido. Como una forma de complacer la cordial invitación de la Lic. Graciela Salazar, he decidido remitirle estas palabras escritas cuyo principal motivo, aparte de justificarme, se originó en la simpatía que siento por el proyecto cultural que alienta a este establecimiento.
El nombre de este centro de cultura incluye el término <
> con el que se alude al pueblo como origen o fuente.
Pueblo es el conjunto de personas que forman una comunidad. El concepto nos comprende a todos sin distinción de clases sociales; pero sucede que, por razones económicas principalmente, se forman grupos con educación que los distingue y aísla parcial o totalmente de la comunidad y por lo tanto se sienten alejados del concepto <
>. Así las ideas de pueblo y de lo popular limitan frecuentemente su extensión y dejan a parte a los grupos aristocráticos, a los poderosos de la economía, a los que adoptan el cosmopolitismo cultural, etc.
El pueblo se queda con la inmensa mayoría y con frecuencia atrae hacia sí a las minorías. En lo popular están guardadas las esencias colectivas; los giros del habla, determinados gestos identificantes, el vestido y la canción, la gastronomía, e incluso los modos de llorar y de reír. Lo popular de cualquier pueblo, a la par de que da carácter propio, se parece a lo popular de cualquier otro pueblo. Existe una identidad universal de lo popular que se manifiesta en la unidad de sus problemas y en su alegría de vivir. Veamos y admirémonos de las afinidades y semejanzas entre las artes populares de lugares muy distantes entre sí. Los pueblos del mundo se unen culturalmente cuanto más expresan sus propias maneras. La diversidad natural se convierte en factor de unidad.
Fomentar, cuidar, difundir la cultura popular de acá de este lado, es una forma de conocernos y de presentarnos ante nuestros vecinos con seguridad, confianza en nosotros mismos y buen sentido de la amistad.
Quienes dirigen Acá de este lado, conocen de pe a pa todos los pueblos de Nuevo León y el tesoro de sus costumbres. Su propósito es compartir con los regiomontanos –también pueblos de Nuevo León-, y con quienes nos visitan, todas sus experiencias y conocimientos. Parte importante, los gastronómicos. No olvidemos que las buenas prácticas culinarias y la participación comensalía de las mismas ahuyentan las tristezas y acentúan la alegría del corazón.
Sean pues, felices esta noche y espérenme otro día. Vendré con los brazos abiertos.
¡Saludos!
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